Repetición del refrito
Un cuarto de siglo después de su estreno, Televisa nos está recetando una dosis diaria de la telenovela El Derecho de Nacer (1981), protagonizada por una Verónica Castro sin implantes ni colágeno. El público mexicano conoció por primera vez esta historia en la época en que las producciones cubanas dominaban el cuadrante hertziano de nuestro país con programas como La Tremenda Corte de Tres Patines.
El Derecho de Nacer es producto de la tropical y calenturienta imaginación de Félix B. Caignet (conocido también como el escritor de las lavanderas), cuya vocación se ve determinada por las historias que de niño escucha en su natal Cuba. A Caignet se le reconoce por ser uno de los primeros en escribir episodios que mantienen a los radioescuchas en ascuas, esperando la próxima entrega.
A raíz del éxito de la radionovela en toda Latinoamérica, en 1951 se filma una película protagonizada por Gloria Marín y Jorge Mistral. La historia se adapta a la pantalla chica por primera vez en 1966, dando como resultado un híbrido pro-vida, que aborda temas como el racismo, el aborto, el machismo y las diferencias sociales. Televisa, reina del refrito, elige a Verónica Castro, convertida en estrella después de Los ricos también lloran, para protagonizar la versión de 1981.
¿Por qué resulta interesante ver las repeticiones de El Derecho de Nacer? Para darnos cuenta cómo han cambiado los culebrones mexicanos en los últimos años y también, por qué no, para reírnos un poco. Si los timbres postales del simpático e inofensivo Memín Pinguín (y el faux pas del presidente cuando se refirió a los trabajos que ni los negros quieren hacer) levantaron ámpula, ¿qué pensarán los detractores de la historieta al escuchar a don Rafael del Junco (Ignacio López Tarso) calificar a sus trabajadores como negros del infierno? Incluso la misma Mamá Dolores, nana de la sufrida María Elena, se considera una pobre negra que no sabe nada. Ella, la heroína de la historia, que salva al futuro doctor Albertico Limonta.
Los diálogos y situaciones de El Derecho de Nacer resultan divertidos de tan políticamente incorrectos. Alfredo (Salvador Pineda) les platica a sus amigos que dejó a su novia María Elena porque se negó a darle la prueba de amor. A la muy esnob familia Del Junco la música de Agustín Lara le parece vulgar, de cabaret. Una mujer que ya no es virgen se considera manchada.
A la pregunta expresa de una de sus hijas, ?¿Las malas nunca se casan, mamá??, doña Clemencia (María Rubio, alias Catalina Creel) responde ?Vamos a cambiar de tema, nena?. Las mujeres que no se han casado no son solteras sino solteronas. Qué decir del vestuario; ni a una niña de cuatro años la harían ponerse los vestidos color celeste con moñitos que usa el personaje de Matilde.
Arcaica, clásica, cursi o dramática, la historia de El derecho de nacer seguramente continuará adaptándose y transmitiéndose en diferentes lugares y momentos, hasta que la televisora y el público dicten otra cosa.
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