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Azucena Báez

Raúl Velasco

A unas cuantas horas de que Televisa transmitiera su muy anunciado homenaje, murió el presentador Raúl Velasco, el fabricante de estrellas, el amo y señor del mundo del espectáculo durante tres décadas.

Cuando las opciones que ofrecía la televisión se contaban con los dedos de una mano, los programas -México, Magia y Encuentro, Estrellas de los 80- y festivales musicales -Juguemos a Cantar, OTI, Acafest- de quien acuñara la frase ?Aún hay más? eran vistos por millones de espectadores de habla hispana en Latinoamérica, Estados Unidos y España.

Sin duda, la emisión que hizo de Raúl Velasco un icono de los medios fue Siempre en Domingo que a ocho años de su desaparición continúa siendo tema de debate. Para muchos ejemplifica perfectamente la enajenación que provoca la caja idiota y la estandarización de un gusto musical muy cuestionable; otros recuerdan con nostalgia aquella época dorada en que el consorcio de los Azcárraga se preocupaba por difundir contenidos ?inofensivos?, aptos para toda la familia. Ya sea que se tome una u otra postura, es innegable que junto con El Chavo del 8, Burbujas, Cantinflas Show y En Familia con Chabelo, la maratónica emisión dominical forma parte del imaginario compartido por los mexicanos que crecimos en las décadas de los 70 y 80.

La figura del comunicador oriundo de Celaya también ha dividido opiniones. Están los cantantes que aún sienten que le deben todo a él; no a la empresa, no al público, no a su esfuerzo o a su suerte, sino a Raúl Velasco. José José, Julio Iglesias, Yuri y Raphael le han expresado su agradecimiento por haber consolidado sus carreras en el gran escaparate que fue Siempre en Domingo; Pandora, Flans y Timbiriche recibieron su famosa ?patadita de la buena suerte? en el trasero.

Pero Laureano Brizuela y Cepillín -entre otros- no se han cansado de culparlo por el ocaso de sus respectivas carreras. Luis Miguel tuvo que soportar las burlas del conductor hacia su traje de principito -aquel que incluía mallones de color metálico y un enorme sol-, y Lucero pasó un momento sumamente bochornoso tras un comentario fuera de lugar del ?güerito consentido? de La India María.

Sentado junto a su esposa Dorle, Raúl Velasco se emocionó hasta las lágrimas durante el especial grabado en Acapulco. Después de haber sido aquejado por un problema cardiaco, seguido por el trasplante de hígado que lo retiró del medio y la embolia que acabó por mermar su salud el año pasado, se veía conmovido mientras Napoleón, Arianna y Emmanuel le dedicaban las canciones con las que participaron en el OTI.

Por razones comerciales, por razones sentimentales, Televisa le debía el homenaje -aplazado por insulsas bodas y cursis sueños de Navidad- al hombre de los enormes lentes, de la sonrisa a veces bobalicona, del playback, de los sermones y los comentarios incómodos; al que estuvo cerca de 30 años en la televisión, proyectó a México, despertó simpatías y lealtades que han perdurado. Amado, odiado, Raúl Velasco ocupa un lugar preponderante en la historia de los medios de este país. Y no hay más.

soozbaez@yahoo.com

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