EL UNIVERSAL
MÉXICO, DF.- Para el arquitecto Paulo Mendes da Rocha, Premio Pritzker de Arquitectura 2006, hoy en día las ciudades crecen en dos sentidos: ?Hacia el desastre o hacia el éxito?.
A sus 78 años. señala enfático que ?aún no sabemos construir la ciudad contemporánea, la ciudad para todos: el género humano?.
El más reconocido arquitecto brasileño, junto con Óscar Niemeyer, se encuentra en la capital mexicana por invitación del Departamento de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.
Mendes da Rocha está consciente de que ?la necesidad humana de convivencia está en la ideología y el concepto del espacio?.
Esto es algo que buscó vincular en obras suyas como el Museo de Escultura de Brasil, la intervención en la Plaza del Patriarca en São Paulo, o bien la adaptación de un edificio antiguo para albergar la Pinacoteca del Estado.
Su singular estilo, que vincula naturaleza y geometría, fue destacado por Thomas J. Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt, quien en abril pasado, al anunciar el premio, señaló que Mendes da Rocha ?ha demostrado un profundo conocimiento en materia de espacio y escala?.
En entrevista, el brasileño asegura que ?la cuestión fundamental de la arquitectura, y de cualquier forma de conocimiento, es política?. Y agrega: ?Toda acción política debe ser por la paz?.
?La universidad es la suprema palanca de la política. Las universidades nacieron como fundadoras de las ciudades. Creo que fueron los americanos los que inventaron esa tontería del campus, que pone a los estudiantes fuera, como si se tratara de ganado. Así están inactivos políticamente. Ellos deben estar en el centro de la ciudad para movilizarse con discursos?.
Para Mendes da Rocha ganar el Pritzker significa un reconocimiento a la arquitectura como pensamiento. ?América es peculiar para el mundo. Todas las ciudades que son valoradas: Roma, Venecia, Leningrado, están en contrapunto con nuestras ciudades de extracción colonialista. Todas las ciudades tienen las mismas dificultades. La política de opresión se reproduce?.
Respecto de la Ciudad de México, señala que tiene una virtud: ?No se piensa cuando uno llega, sino desde antes. Existe en toda la imaginación de un americano, especialmente de un sudamericano.
?No es comparación ni devaluación. Piense en la fragilidad de los indios de Brasil, desnudos, con plumas de pájaro y construcciones de madera, y en la monumentalidad de los mayas, incas o aztecas. La cuestión es reconocernos como los habitantes del planeta, todos con la misma monumentalidad. Pero la idea que alimenta nuestro futuro es la competitividad, no la solidaridad para conseguir habitar el planeta, porque la naturaleza no es por sí habitable?.
Picasso, Boticcelli, Fra Angélico y los indios brasileños que copiaban los colores de su vestimenta de su entorno, son ejemplos para el arquitecto de la ?capacidad del hombre para proyectar lo que imagina en formas materiales. Esa es la dimensión arquitectónica del género humano. No hay adelanto aquí ni atraso allá. Es una tontería.
?La arquitectura es una cierta forma de conocimiento para hacer la ciudad monumental sólo en cuanto atienda los deseos de todos. Ese es el único reto?.
El también ganador del Premio Mies van der Rohe (2001) utiliza el término ?degeneración? para referirse al desastre en que se han convertido las grandes ciudades. Apuesta porque, a través de la técnica y la prevención, haya éxitos y no desastres.
Mendes concluye que todos los estudiantes de arquitectura deberían tener pegado en la pared de sus escuelas la obra de teatro Los Físicos, del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt, así como Galileo Galilei, de Bertolt Brecht, para entender que ?el conocimiento no es para ganar premios, sino para que sepan todos?.
