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Crónica de Viaje / DULCE VIDA EN LÉRIDA

Ricardo Rubín

Los de Lérida, en la región de Cataluña, España, tienen muchas cosas de qué sentirse orgullosos.

Cuando usted vaya por allá procure hacerlo en el mes de mayo, para que asista al Festival del Caracol, que se festeja a orillas del río Segre, con grandiosos banquetes a base de caracoles cocinados y preparados en todos los estilos.

Aunque es común encontrar catalanes que de una sentada engullen hasta doscientos caracoles, lo es también encontrar a varios campeones que han superado el récord de comer trescientos caracoles de tierra, alimentados con hierbas finas y aromáticas, criados en parajes sombreados, frescos y húmedos, con temperatura templada.

Otras exquisiteces de Lérida y de la región catalana en general: la costilla de cordero, sus melocotones, peras y limones... Esta ciudad se construyó sobre uno de los dos altos terraplenes que sobresalen en el campo y está entre Barcelona y Zaragoza. Los catalanes la llaman Lleida.

Además de ser una zona de frutales, Lérida también tiene industrias pujantes y produce uno de los aceites de oliva de mejor calidad de España.

Para conocer bien la ciudad no hay más que recorrer el centro de la misma, de calles angostas y quebradas, donde se prohíbe la circulación de vehículos en beneficio de turistas y compradores.

Esas calles tienen el atractivo principal de que hay puerta con puerta pequeños bares, restaurantes, tiendas de antigüedades, la mayoría con toldos de brillantes colores para ofrecer sombra y frescor a sus clientes.

Otra zona que no debe dejarse de visitar es la llamada Passarela, que en realidad es un amplio puente de peatones, con un movimiento de visitantes que a veces se congestiona.

En la Passarela hay dos cafés que se recomiendan solos: El Café Chalet y el River Café, con exquisita variedad de platillos típicos, buen vino y un ambiente alegre y mundano que se prolonga más allá de la medianoche.

Lérida es una ciudad dividida por el río Segre, y unida por dos puentes: El Pont de la Universitat, y el Pont de Pardinyes.

Además de ser una importante productora de frutas, es también una ciudad industrial.

Hay en Lérida restos de varios castillos y catedrales, muchos de los cuales fueron saqueados, incendiados y casi demolidos por los primeros invasores. Los restos de algunos de ellos sobresalen en el horizonte de la ciudad.

Ahora, para tener un panorama completo de la dulce y tranquila Lérida, nada como subir a alguno de sus dos cerros, donde hay miradores, para contemplar la majestuosidad del río Serge y la belleza bucólica de la ciudad.

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