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CRÓNICA DE VIAJE

POR RICARDO RUBÍN

ST. BARTHS, BELLA ISLA DEL CARIBE

Muchos la llaman St. Barth?s y otros simplemente Barth?s, pero como es una islita francesa, uno de sus mejores atractivos es su cocina deliciosa.

En realidad, su verdadero nombre es Barthélemy, pero a sus habitantes les gusta el nombre corto y ellos mismos se autollaman ?Gente de St. Barths?.

Mi breve estancia en esa isla fue magnífica, pues el Filao Beach-Hotel Restaurant, donde me hospedé, es uno de los mejores de San Jean, ciudad principal de esta islita de apenas ocho millas cuadradas y siete mil habitantes.

Cerca del hotel está una de las 14 playas de la isla y la Marina, donde hay yates de varias nacionalidades. Cerca también está una panadería donde solía comprar baguettes y croissant crujientes, deliciosos a toda hora con mantequilla y mermelada.

Todos allí hablan inglés y francés, y es simplemente delicioso ir al mercado donde se encuentran los mejores pescados y mariscos, una gran variedad de vegetales y frutas, y flores en ramos espléndidos, sobre todo de bugambilias, hibiscos, oleanders y una enredadera mexicana que aquí llaman ?cadena de amor?, y que da unas florecitas moradas y de color rosa.

Fui a St. Barths hace algunos años, gracias a una promoción especial del Departamento de Turismo de dicha isla, que deseaba aumentar el número de visitantes. La promoción fue tan buena que incluía una tarifa muy baja en el hotel donde me hospedé, que acaba de ser declarado el séptimo mejor de todas las islas del Caribe.

Mario, el barman de la cantina del hotel, preparaba unas bebidas deliciosas a base de frutas, ron y flores. Bebidas un poco exóticas, pero que no es fácil encontrar en otra parte.

La isla se puede recorrer en jeep, y está salpicada de cordilleras y amplios valles. No ha sido dañada por ningún huracán, y su clima es tropical y ligeramente húmedo. Las aguas que la rodean son de un azul turquesa que se alternan con un verde ópalo. La pesca es uno de sus mayores atractivos, lo mismo que bucear o velear, pues las aguas generalmente son tranquilas. Hay varias pequeñas ensenadas, y uno se puede acercar a los grupos de turistas que se reúnen en la noche a encender hogueras y a disfrutar de buena música, bebidas frías y una charla amena.

En Barths circulan varias historias de piratas, ya que por ser una isla independiente y separada de las demás era un refugio ideal para aquellos filibusteros. Barths está a sólo 15 millas de St. Marteen, una de las islas más grandes del grupo de las West Indias, y se comunican por medio de transbordadores e hidroplanos.

Al otro extremo de la isla hay otra villa importante llamada Gustavia, también con excelentes restaurantes. Pero yo prefería la comida del Filao Beach-Hotel, preparada por un chef francés, donde sus platillos de langosta, caracol, grandes camarones, salmón y otros pescados son una cosa común, pero servidos con gran presentación y de un sabor exquisito.

Curiosamente, la comunicación entre estas islas caribeñas no es tanto por teléfono ni por correo, sino por Internet. A Barths llegan ahora grandes cruceros cuyos pasajeros disfrutan de un día de playa y buena comida y bebida.

El encanto de esta isla no está sólo en su mar azul, en sus paisajes y en su vida marina, sino en la tranquilidad que brinda al espíritu. Los días son allí de total relajamiento, pues se disfruta de todas las comodidades que ofrece el hotel, de la bien surtida biblioteca que tiene, de sus mesas de billar, de su alberca y de sus sillas para descanso en sus amplias terrazas desde las que, amodorrados turistas, contemplan unos atardeceres muy bellos y donde, a menudo, es fácil quedarse dormido sintiendo la fresca brisa que viene del mar y el arrullo de las olas que mueren en la playa.

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