POR RICARDO RUBÍN
SAN LUIS, UNA ISLA EN MEDIO DE PARÍS
No todos los visitantes que van a París saben que dentro de la ciudad hay otra pequeña ciudad, independiente y con vida propia: se trata de la isla de San Luis, en medio del Sena y ubicada en la parte central de la Ciudad Lux.
A la isla de San Luis se puede llegar por seis puentes que la unen a tierra firme, o en pequeños botes que atracan a cualquiera de sus cuatro muelles... San Luis es la isla menor, junto a la famosa isla de la Cité, y fue creada artificialmente como tal en el siglo XVI gracias a la visión de un grupo de hombres de negocios, y al entusiasmo de Luis XII... La isla se acondicionó y se construyeron en ella una serie de residencias veraniegas para la gente rica de París. Curiosamente, los ricos construyeron sus palacios en la periferia que rodea la isla, y dejaron el centro para que viviera allí la gente del pueblo, los comerciantes y algunos artesanos.
La isla de San Luis es pequeña y tiene sólo ocho calles. Sus habitantes se consideran ajenos a la gran ciudad, y cuando van a París dicen que van ?a la ciudad? o ?al Continente?. Es curioso ver que pescadores y pintores de la isla se saludan de una ribera del río Sena con pescadores y pintores de tierra firme, pues ambos lugares están muy cerca. La isla ha cambiado con el tiempo y ahora es más que nada un sitio turístico.
En su calle principal, y en algunas laterales, hay puerta con puerta pequeños restaurantes, tiendas de antigüedades y de arte, boutiques, pequeños cafés y bares. En esas mismas calles están los únicos tres hoteles de la isla: el Hotel de Lilas, el Luterci y el San Luis. No son hoteles baratos, sino caros y exclusivos.
En la calle principal se encuentran también las dos únicas librerías de la isla: la Ulises, con el mejor surtido de libros sobre viajes, y la Ulises II, con libros sobre Francia y buenas novelas. Ambas tienen cafetería.
Los residentes de la isla se conocen y se saludan cuando se encuentran en la calle, se visitan y hacen tertulias y fiestas. El ambiente de ellos es muy aparte al movimiento que crean los turistas y visitantes. Los residentes de la isla se consideran gente especial, y todos los demás son ?extranjeros?.
La isla de San Luis tiene residentes famosos como la baronesa Guy de Rothschild, Madame Claude Pompidou, los herederos de Helena Rubinstein, y también vivió allí la actriz Michelle Morgan... En su tiempo residieron allí el poeta Charles Baudelaire, Madame Curie, Marc Chagall y Federico Chopin. Es famosa también la descripción que hace de los encantos de la isla el escritor Marcel Proust en su libro En Busca del Tiempo Perdido. Y como curiosidad, vive allí ahora Micheline Fain, conocida como La Dama de los Gatos, porque tiene en su casa 30 gatos, Micheline ha tomado fotografías de ellos, y ha hecho sus propias tarjetas postales y pósters, que vende bien entre los turistas amantes de tales felinos.
Ahora en la isla de San Luis viven artistas y bohemios, y el ambiente en la calle principal es mundano y alegre. Abundan los pequeños cafés con mesas al aire libre, y en Verano es una delicia caminar por sus cortas y empedradas calles admirando las villas y las altas casas de inclinados techos de tejas rojas...Otro atractivo: la famosa nieve de frutas que venden en la Casa Berthillon, considerada la mejor nieve de París... Tampoco hay que dejar de ir a comer al restaurante L?Orangerie, donde se disfruta de una de las mejores cocinas francesas.
Pero lo que sorprende más en la isla de San Luis es la tranquilidad y la ausencia de todo ruido, no obstante que está muy cerca de ambas orillas de la gran ciudad. Se oye sólo a veces un ruido sordo, como en sordina, y el reflejo de las luces de algunos automóviles. Pero el ruido fuerte no llega, y por eso la isla de San Luis es un remanso completo de paz y tranquilidad en medio de la ciudad más bulliciosa del mundo.
Desde allí se pueden admirar algunos de los edificios y monumentos más famosos de la Ciudad Lux, como es la Torre Eiffel y algunas de las grandes avenidas que desembocan allí. También, la Catedral de Nuestra Señora, y el movimiento que hay en ambas riberas de la gran ciudad.