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Crónica del Ojo / ADULACIÓN BREVE PARA JAN SVANKMAJER

Miguel Canseco

Definitivamente soy el punto geográfico más alejado del vértigo y el peligro. Soy un antípoda de la velocidad. Desde niño tengo claras cuáles son las circunstancias y actividades que me hacen sudar frío. Una: las alturas. Esto incluye edificios y elevadores arriba del cuarto piso. Dos: la velocidad. Esto supone eliminar carreteras y viajes en taxis chilangos. Tres: los autos. En apartado especial ubico a los aviones y los aeropuertos y por supuesto, los centros comerciales. Son éstas entre muchas otras limitantes y neuras. Tantas fobias me hicieron un aperitivo insípido en el comercio amoroso de la adolescencia y en buena medida contribuyeron a un aislamiento social a veces doloroso, muchas veces saludable y en general ridículo. Pero siempre tuve un reducto de fuerza, cuando todo mundo volteaba horrorizado y yo podía sonreír sin apartar la vista. Esto sucedía con las películas de miedo, las fotos o las escenas tenebrosas, violentas u oscuras. A cada zarpazo de Freddy Kruger yo respondía con una porra. Me gustaban -y me gustan- las viejas películas de miedo, los experimentos, las torceduras y vueltas de tuerca. Lo macabro y lo terrible son manjar para mí, aunque en la realidad sienta pena incluso por aplastar una cucaracha. En este sentido podría decir que más que un hombre de acción soy un hombre de imaginación. Me gusta ver y me gusta leer, me gustan los vértigos de la mente. Aunque invisible, considero que la imaginación puede ser un punto de poder, que puede iluminar o quemar una vida entera. Me he pasado años buscando nuevos y exóticos alimentos para mi mente, hurgando entre pintores, arquitectos, poetas, fotógrafos, escritores, músicos y cineastas. En este último rubro y en un nicho especial tengo al maestro Jan Svankmajer, nacido en la República Checa, loquito hasta el tuétano y autor de extraordinarios dibujos, esculturas, ensambles, textos y por supuesto películas. No se puede decir que el maestro esté inserto en una determinada corriente, aunque la crítica insista en que es un ?alquimista de lo surreal?. En primer lugar los surrealistas tuvieron su auge hace 70 años y el maestro, aunque viejito, sigue trabajando. El área donde ha ganado su más firme reputación es en la animación tridimensional cuadro por cuadro. En este género el maestro le da vida a pedazos de plastilina que se transforman en seres humanos y criaturas fantásticas. Lleva esta técnica a sus extremos haciendo extrañas mezclas con pedazos de animales y marionetas que en su conjunto generan un extraordinario desfile de personajes bizarros, atemorizantes y cómicos. Ver la obra del maestro Svankmajer me hace pensar en mis fobias y mis miedos y los puedo ver como potenciales elementos para una obra. No es fácil convivir y apreciar imágenes que juegan con factores que normalmente pueden resultar perturbadores. Ensamblar estas piezas es un pase mágico reservado para aquéllos que cuentan con una mano fina y una sensibilidad quebradiza y firme al mismo tiempo. Los que hayan leído esta columna notarán que una idea recurrente es mi fobia (otra más) a los farsantes que se las dan de artistas sin ofrecer nada sólido o medianamente bueno. En el caso de Jan Svankmajer la obra eclipsa al autor. No sé quién es Svankmajer, no he visto fotos de él, ni sé anécdotas de su vida. No me importa. Con sus filmes el maestro confirma la clásica moraleja; ?obras son amores y no buenas razones?. Hace unos años recomendar a Svankmajer era sinónimo de emprender una búsqueda casi imposible en los videoclubes. Hoy sólo se necesita una computadora y una conexión medianamente decente. Entren a www.youtube.com y en la barra de búsqueda tecleen ?Jan Svankmajer?. Maravillas de la web, ahí se encuentran colgados varios de sus cortometrajes. Se los recomiendo muy ampliamente. Adelante pues, a practicar los vértigos de la imaginación y el espíritu.

PÁRPADEO FINAL

Pero más acalambrante que el cine de espantos es la política. El conflicto post electoral se vuelve un portal vertiginoso al sucio mundo del poder. Aquí la nota que me apena es la polarización de ambos bandos, el odio del PAN al PRD y viceversa. Un punto particularmente triste es la nula capacidad autocrítica de los convencidos perredistas. Estos panoramas dan razones de peso para buscar en la imaginación los placeres que la realidad constantemente niega.

E-mail: cronicadelojo@hotmail.com

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