Dijo André Heller: ?MUCHOS DE NOSOTROS SOMOS IDIOTAS CONSUMADOS AL OPINAR QUE LA CULTURA ES UN OBJETO DE LUJO?. ¡Sopas perico! ¡Tómala barbón! ¡Zácatelas babuchas! Hasta a mí me dolió esta frase. Y pior aún porque la puse en mayúsculas. Pero ya ni llorar es bueno, es una verdad dolorosa, pero verdad al fin. Lo dicho por André Heller ilustra un síntoma de nuestra sociedad que el gran teórico del arte Juan Acha denominó como Artecentrismo. Cada que leo al venerable Juan Acha sufro dolor de cabeza y me siento como escuincle regañado, por eso espero que no me venga a jalar las patas en la noche si me equivoco en la explicación de su concepto. La onda es así: erróneamente creemos que el arte es una entidad aparte, como un animalito raro que solamente puede sobrevivir en el cautiverio de los museos. Así pues, vamos a un museo porque ahí vive el arte en la forma de una pintura, un dibujo, una escultura o un montón de trebejos tirados en el piso. La cosa es fácil: basta con mirar el mentado trebejo con cara de analista político. Se puede exclamar ?¡qué bello!? o si uno quiere ser casual con un ?¡padrísimo!? basta. Si no entendemos ni papa basta con decir ?qué interesante? y poner cara de sereno estreñimiento. Salimos del museo creyendo que llevamos las bolsas llenas de arte, pero he ahí el engaño, pues sucede algo curioso: los artistas toman tanto o más del mundo que los rodea que de los museos. Van Gogh se encontró a sí mismo frente a los campos de trigo y claro, aprendió del trabajo de otros pintores en las paredes de un museo. Picasso encontró su obra maestra en una ciudad bombardeada y cierto, analizó a fondo las esculturas africanas resguardadas en los museos. ¿Conclusión? Pues que, contrario a lo que pensamos, el arte no está en los museos. Los artistas lo saben y también nosotros debemos estar conscientes de ello: el arte está en todas partes. Uno va a los museos para entender los procesos que emplean las mentes creativas para decodificar la realidad. El museo resguarda, pero de ninguna forma es la sede única del arte. Cito a Juan Acha ?hemos hecho del arte un simple asunto intelectual: el de saber manejar conocimientos de la historia del arte, ya sea en los museos o las galerías. No sólo esto; lo hemos limitado exclusiva y brutalmente a la belleza y en la práctica, es el cómodo y egocéntrico placer de apreciar una obra según la fruición que ésta nos causa?. Las artes implican invención, cuestionamiento, innovación, compromiso, ruptura, observación profunda y crítica. Si aceptamos que ese animal raro, el arte, vive en cada uno de los rincones de esta ciudad, entonces lo cotidiano sería, potencialmente, un momento estético. Pero estamos más seguros y tranquilos con el arte encerrado entre cuatro paredes y con los artistas haciendo sus cabriolas en una esquina. El artecentrismo, bendito vehículo que brinda la posibilidad de anular el arte construyéndole un pedestal. Siempre es más cómodo ser un simple espectador que entrarle a los vericuetos de la búsqueda interior. Sea pues. Tristemente, y contrario a lo que dijo el poeta, si se puede vivir como si la belleza no existiera.
PARPADEO FINAL
Señoras y señores, tengo un vecino (de cuatro años) que se llama Miguelito. Ya sé que esto al mundo no le importa. La cuestión es que todas las tardes Miguelito sale a jugar e invariablemente se estampa contra la reja, la puerta o el piso. Miguelito llora y después sigue jugando para volverse a romper la crisma. No puedo más que identificarme con el mini tocayo, ya que soy del club del porrazo fácil (ayer casi me tiro los dientes con la puerta de un auto y no me pregunten cómo). Si ese niño sigue chocando contra las paredes va a terminar con un daño cerebral irreversible, quien quita y hasta artista se nos vuelve. Ay Miguelito, ten más cuidado.
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