Conocí a Charles Bonzon cuando fabricaba marcos en la colonia Nápoles. Músico de profesión, se ganó la vida un rato haciendo molduras para pintores hambreados como yo. Hacía precio pa los cuates y eso no ayudaba de ninguna forma a su bolsillo. Pero seguía fiel a la música, navegando con su nombre de guerra. Ya hace mucho rato de esto, pero como voy a recomendar un grupo nostálgico es menester mirar para atrás un poquito.
Queda para la historia la audición del primer disco de Charles Bonzon entre los trebejos de su taller. Me gustó mucho, felicité al Bonzon y con un dejo de aburrimiento me dijo: ?ni creas que me halagas, por supuesto que mi música es buena, obvio que te va a gustar, es como si no te gustara el chocolate, no friegues?. Ni un asomo de humildad, creencia absoluta en el poder del rocanrol. Ése es el buen Bonzon y la vida lo premia el día de hoy como guitarrista de una de las mejores bandas de México. Pero vuelvo al ayer.
Andábamos pobres, no teníamos novia (no se me pegaba ni un resfriado) y por supuesto no teníamos trabajo. Unos vagos, diría mi padre, artistas en plena contemplación del cosmos, diría yo. El tiempo sobraba, el dinero alcanzaba para lo básico: cheves y discos. Empezábamos las veladas tal vez con un clásico, Devo, Bowie, Lou Reed. Bonzon narraba las rolas cual comentarista de futbol. Creo que ahí aprendí a escuchar el rock y el pop, supe de los vericuetos de las grabaciones, de las dificultades enraizadas en la simpleza de unos acordes de guitarra y del mundo fantástico de los sintetizadores descontinuados. En esta búsqueda musical, ya entrada la madrugada y con muchas cheves encima, Bonzon tuvo a bien poner un disco de Belle and Sebastian, una banda escocesa. Fue una revelación. La música era excepcionalmente dulce, tejida con voces de cristal y guitarras de caramelo. Pero algo andaba mal y ése es (y será por siempre) el gancho de Belle and Sebastian. Hasta la borrachera se me bajó, esa música daba miedo. Miedo de verdad. Debajo del encaje había un magma negro de tiempo y nostalgia. La belleza será convulsiva o no será, decía André Breton. Belle and Sebastian es una banda que lo sabe y golpea al corazón y a la mente con una abierta, simple y muy inteligente cursilería. Son capaces de reventarse líneas como ésta: ?Summer in winter, winter in springtime, you heard the bird say: Everything will be fine?. ¿Cómo que un pajarito dice ?todo va a estar bien?? ¿Qué clase de sádica bobada es ésa? Como Bonzon, los Belle hacen música dulce como el chocolate pero amarga como lágrimas ya resecas. Rolas para gente que usa ropa holgada y lentes de aumento, música de antisociales con corazón de melocotón. Belle and Sebastian me acompaña gracias a la buena guía de Charles Bonzon. Mi muy amada Paty es fan de hueso colorado y pasa los calorones de Torreón al son de su muy completa colección de discos de Belle and Sebastian. Música para la tarde y las mañanas nubladas, para los amores tristones y discretos.
Música buena para brindar por todos aquéllos que alguna vez nos sentimos marcianos en la escuela, para los que sentimos miedo ante los vientos fríos de la realidad. No puedo agregar más, gracias al Bonzon, abrazotes a Paty, buenos días alegría. Belle and Sebastian acaban de sacar su nuevo disco.
Cómprenlo o compren algún otro más viejito. Todos son buenos. Verán que fue una buena inversión cuando traten de sentir esa lenta y suave tristeza de saberse vivos.
PARPADEO FINAL
Belle and Sebastianero también es el agridulce y entrañable José Jiménez Ortiz, crítico de arte, curador, esposo de Tania y papá del Praxedis. El Jiménez se alía hoy con Eric Lahille, Gustavo Montes y varios jóvenes artistas para presentar a las 20:30 horas la colectiva O Agua, en la Alianza Francesa (Matamoros 170 oriente, zona centro). Por ahí los espero. Y hablando de esperar, realmente espero que esta muestra sea excelente. La entrada es gratis, la salida también, disculpen la redundancia?
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