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Crónica del Ojo / DEDICADO -CON AMOR- A LAS CUCARACHAS

Miguel Canseco

El Distrito Federal, que se jacta de ser la ciudad más grande del mundo, está poblada por personas en promedio bastante pequeñas. Podríamos hablar en sentido figurado, pensar que son pequeños de mentalidad, pequeños de espíritu. Pero eso aplica a una minoría de políticos que por desgracia rige a la mayoría. Por ello me limito a subrayar una realidad física: los chilangos solemos ser chaparritos. Por mi parte hay un recio gen oaxaqueño que agrava la situación, mi madre mide metro y medio, mi abuelo anda por las mismas. Mi padre es un gigantón de un metro sesenta y cinco. Yo ando varios centímetros por debajo. En la mega urbe viví en departamentos chiquitos con muebles chiquitos y trastes chiquitos. Como sus pobladores, las cucarachas chilangas -al menos por mis rumbos- son pequeñas. Por esta razón mi horror y fascinación cuando en Torreón encontré los tremendos ejemplares de cucarachas laguneras tamaño control remoto. De hecho, la primera vez que vi una cuca gigante no alcancé a comprender de qué bicho se trataba. Me le quedé viendo estupefacto. Cuando me cayó el veinte ya se me había escapado. A partir de ahí he desarrollado una relación de amor-odio con estos bichos. El odio es natural comprenderlo, pero el amor de dónde, se preguntará más de uno. La admiración es punto de partida de todo amor y en este sentido hay mucho de qué sorprenderse cuando se habla de cucarachas. Las cucas andan rondando desde hace 300 millones de años, es decir, les tocó corretear por las patas de los dinosaurios. Se ve que Dios puso esmero en la creación de estas criaturas y sus glorias son bien conocidas: pueden vivir más de un mes sin agua, comen desde cuero hasta pegamento, una sola cucaracha deja cientos de miles de huevos durante su vida y sobreviven sin cabeza una semana. Planas, eficientes, voraces, hiper resistentes. Y luego el dato terrible: por cada cucaracha que uno ve, suele haber 200 más escondidas. Desde que vivo en Torreón he cambiado cinco veces de casa, en todas he encontrado cucas pero creo que en esta última he dado con un centro de convenciones o algo así: hay un chorro. Ya bañé la casa en insecticida y aunque la fumigación puede resultar efectiva, por consejo de amigos y lectores y por experiencia propia, la limpieza resulta ser el mejor antídoto. Poco a poco disuado a las cucas de que no hay qué comer en mi casa, que si bien las admiro no me causa gracia encontrarlas cerca de mis zapatos. Pero al final las cucas se ríen de nosotros, homínidos recién llegados al mundo que las atacamos con químicos, ignorantes de su resistencia. Estuvieron antes de que existiéramos, estarán después de nuestra desaparición: estos antiquísimos seres, repulsivos e insignificantes, nos echan en cara nuestra propia insignificancia. Más allá del asco está la retorcida y al mismo tiempo perfecta construcción y extraña belleza de estos bichos. El maestro Luis Buñuel señalaba un libro de entomología como su favorito, decía de la mosca que era un ser más fascinante que cualquier hada. Coincido con él. Es buen ejercicio superar las nociones elementales de lo bonito, trasladarse a lo bello, entrar en el reino de los insectos y ver lo perfecto, lo ajeno y al mismo tiempo sublime. Arañas, cucarachas, alacranes, gusanos, avispas y los jejenes mordelones de Sinaloa. Qué sería del mundo sin ustedes, insectos, los seres vivos más numerosos en esta tierra. Que siga este mini chilango peleándose con las mega cucarachas. Que el mundo dé vueltas y vayan y vengan los presidentes. Al final de cuentas los insectos son los verdaderos dueños de este planeta. Junto con mis admirados cineastas Buñuel y Cronenberg, brindo por ello.

PARPADEO FINAL

En unos momentos se celebrará en Icocult Laguna una magna junta con pintores, fotógrafos, escultores y demás artistas visuales. No somos muchos los artistas en Torreón, pero sí los suficientes como para hacer pequeñas tormentas. Juntar a todos es fabricar una pequeña Babel. Pero en la balanza es mejor la conciliación y el acuerdo que el debate y la mala onda. Bien por Icocult, que busca el consenso y la opinión. Queda en manos de los artistas aportar la sensatez. Que sea para bien. Hasta el próximo jueves (y amén).

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