Como cualquier mortal tengo sex simbols y sueños guajiros. Jennifer Jason Leigh es uno de ellos. Su papel más notorio fue como la psicópata obsesiva de la noventerísima película Mujer Soltera Busca. Recientemente apareció en su deslumbrante cuarentena en El Maquinista, con Christian Bale. Para mí lo mejor de su filmografía es La Última Salida a Brooklin, cinta donde interpreta a Tralalá, una trágica y muy humana prostituta.
Cuando le preguntaron si había convivido con prostitutas para interpretar a Tralalá ella respondió que no, pero que había visto muchas pinturas de Otto Dix para prepararse. Ahí fue donde el corazón se me puso patas arriba, Dix es uno de mis pintores favoritos y ella es una diosa: demasiada información para mí.
Efectivamente Tralalá tiene el aliento decadente de Otto Dix, artista que vivió y retrató su tiempo con peculiar intensidad. Dix fue soldado en la Primera y Segunda Guerra Mundial y sufrió en carne propia la violencia y el horror. Pintor de las calles, documentó el Berlín de la posguerra con su altísima dosis de miseria, mutilación y desigualdad. Dos de sus obras me han marcado para siempre, una, el tríptico La Gran Ciudad, donde retrata el reventón despreocupado de los ricos en contraste con la sordidez de los lisiados de guerra. La obra desparrama colores en un salón de baile y esconde entre las sombras a todos aquéllos que no disfrutan del placer que brinda la corrupción. En segundo lugar, su tríptico La Guerra resume los hechos esenciales de la agresión bélica: muerte, fuego, agotamiento, destrucción mecánica y desalmada.
Dix fue un testigo de primera fila, capaz de describir los horrores de la violencia hasta convertirse en un clarividente que podía distinguir en el horizonte cuando se acercaba una conflagración. Dix demuestra que el arte sin concesiones lleva un llamado urgente a la necesidad de paz. Pero bueno, eso fue hace más de 50 años y Alemania es distinta. Supongo que a fuerza de fregadazos han aprendido a convivir y progresar juntos. Por estas latitudes la cosa es muy distinta y ando buscando a Otto Dix. Se necesita un Dix para representar en toda su extensión la ineptitud de Fox. Se necesita un Dix para retratar la mofletuda y ridícula soberbia de Martita. Se necesita un Dix para pintar la sonrisa impune del gober precioso y sus compas pederastas. Se necesita un Dix para darle forma al extático e irracional trance profético e incendiario de López Obrador. En la escena más escalofriante de La Última Salida a Brooklin decenas de borrachos hacen fila para violar a Tralalá. Es una secuencia insoportable. En la víspera del Informe y el Grito siento la misma zozobra al ver a la derecha facciosa y la izquierda violenta a punto de hacer justo lo mismo con México. Otto Dix reconocería a México como una fuente de inspiración en el triste género del retrato de la aberración humana. Gris está el horizonte. Y a todo esto, ¿dónde quedamos los que creemos en un cambio progresivo, los que queremos llevar la fiesta en paz? Quedarán las preguntas en el aire. Triste caso, tan lejos de Jennifer Jason Leigh, tan próximos a Otto Dix y tan, pero tan cerca del Peje.
PARPADEO FINAL
La política no tiene límites. Ahora resulta que los especialistas determinaron que Plutón está más chiquito que Pátzcuaro y nomás no alcanza la categoría de planeta. Al rato llegarán las protestas que exijan un recuento planeta por planeta y un desconocimiento general de la Vía Láctea como sistema planetario. ¡No a la imposición de los astrónomos!, voto por voto, galaxia por galaxia. Pero si éste es un cuento de nunca acabar, me cae.
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