Me pongo chinito nomás de pensar en los primeros y gloriosos minutos de la película 2001 Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, filme basado en la novela de Arthur C. Clark. Feliz quien haya visto el filme y leído la novela. Los que no, pues corran, consigan ambas obras y disfruten. Para estos últimos un somero resumen de la apertura del filme: un grupo de changos prehistóricos encuentra un misterioso y perfecto monolito negro. Este monolito es un objeto extraterrestre que de alguna forma opera sobre sus mentes, convirtiéndolos en algo más que primates, dándoles la capacidad para manipular herramientas. Los simios descubren que un hueso puede ser un arma. Azorado por su descubrimiento, un chango ataca a diestra y siniestra con un fémur y en el éxtasis de la agresividad lo lanza hacia el cielo y por arte de magia (cinematográfica) éste se convierte en una elegante nave espacial.
Así resume Kubrick tres millones de años en la vida de la raza humana. En su 2001, las potencias se han unido y por encima de la guerra prevalece un ánimo de exploración que lleva al hombre al planeta Júpiter en busca de una antigua civilización alienígena. Pero el 2001 que pintaron Clark y Kubrick se cebó y en lugar de explorar Júpiter el género humano se encontró con la novedad del ataque a las Torres Gemelas y el inicio de la demencia mesiánica de Bush. Descartada la odisea del espacio nos quedamos con otra fantasía futurista, la de George Orwell. En su novela 1984 (escrita en 1949) describe un régimen totalitario donde Big Brother y el partido Ing Soc supervisan cada movimiento de los ciudadanos. Es una sociedad neurótica, con misteriosos enemigos que están en todas partes y en ninguna. No adelanto nada para quien no conozca esta magnífica novela, baste decir que hace unas semanas nos acercamos un paso más al mundo de Orwell. Con la intención de evitar ?ataques terroristas?, el senado norteamericano aprobó en septiembre la anulación de los derechos y el uso de la tortura para toda persona (incluidos extranjeros o inmigrantes) que sea señalado como ?enemigo? por el presidente de los Estados Unidos. La misma Ley otorga protección a los militares que hayan participado en torturas y desapariciones. En resumen, los norteamericanos pueden señalarte a ti, a mí, o al Vita Uva como terroristas, nos pueden secuestrar, torturar y desaparecer y no hay derecho internacional que nos proteja. Big Brother ya tiene todas las facultades para hacer valer su Ley contra los ?malos?, aquéllos que pecan en palabra, obra u omisión. Esta gravísima noticia pasó casi desapercibida, no hubo marchas como aquéllas previas a la guerra de Irak, no hubo gritos ni mentadas a cuatro columnas. La enfermedad de Bush se expande y el miedo y la violencia descarada se convierten en herramientas de Estado. Es triste. No hay una nave que busque la verdad del cosmos en los anillos de Saturno. Las estrellas esperarán un largo rato, mientras el mundo de George Orwell y su maquinaria destructora del espíritu se encarna en la mente y los actos de Mr. Bush y su equipo. Que Dios nos ampare, porque la Ley ya no puede hacerlo.
PARPADEO FINAL
Y es el colmo de la negrura que unas calaveras sean las que me traigan alegría. Pero así es, la genial exposición Calaveras del Montón de Hugo Ortiz en el Teatro Nazas es realmente admirable. Estupendo trabajo que estará expuesto hasta el ocho de noviembre. No se lo pierdan, es una gran oportunidad para entrar en contacto con el casi extinto arte tradicional del Día de Muertos.
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