En el colmo de la estupidez el nieto del recién fallecido Augusto Pinochet declaró con orgullo que su abuelo ?derrotó en plena guerra fría al modelo marxista, no mediante el voto sino más bien, derechamente por el medio armado?. Que no me jorobe, cada quien habla de la feria como le fue en los caballitos.
Muchos lloran al ex dictador y lo ven como el salvador de su nación. Ante ellos, como una lápida, se cierne el cadáver del presidente Salvador Allende y miles de contundentes testimonios como éste, de una joven chilena apresada en los años 70: ?Las torturas incluían choques eléctricos a las partes más sensibles del cuerpo como ojos, senos, ano, vagina, nariz, oídos y dedos. Desnuda y encapuchada fui torturada en presencia de mi padre y hermano e intentaron que tuviera relación sexual con ellos. En los baños de la prisión de la calle Londres fui repetidamente violada?. Las historias de horror que se desprendieron del régimen de Pinochet representaron una grave agresión al género humano y han propiciado la respuesta emotiva de intelectuales y artistas. Así, se han sumado por décadas, poemas, canciones, libros y películas que denuncian estos hechos atroces. La imagen misma de los generales (desde Pinochet hasta Huerta, pasando por Videla, Franco y tantos más) el saco cuadrado, las medallas y el rostro inerte, son emblemas del poder crudo, que más de un pintor ha utilizado para representar la zozobra ante la bestialidad. Pero a veces el arte es insuficiente para describir tales cosas. Así lo escribió Víctor Jara antes de ser ejecutado en el estadio de Chile: ?Canto, qué mal me sales cuando tengo que cantar espanto?. En fin, Pinochet ya estiró la pata y los chilenos tendrán que lidiar con sus demonios. Pero la figura del general encierra enseñanzas valiosas. El contexto en el que surgió fue sumamente complejo. En aquel momento, Chile se encontraba dividido entre facciones comunistas, de izquierda y derecha, moderadas y beligerantes, con una población golpeada por desafortunados planes económicos. El presidente Allende fue un hombre de buenas intenciones, que comenzó su mandato con el apoyo de todos los sectores de la sociedad, pero muy pronto el país se le fragmentó en una lucha campal de intereses que dio al traste con la convivencia democrática. En este punto Allende quiso dimitir, pero el golpe de estado llegó primero. Allende no pudo romper el nudo creado por una sociedad dividida. Y a río revuelto, ganancia de pescadores, el guateque terminó con la sangrienta entrada de la milicia. ¿Pinochet estabilizó a Chile? Sí, pero a un costo humano altísimo. Su crueldad lo inhabilita para ser considerado héroe. Fue un gandallón que le dio un estate quieto a un país que se ahogó en sus diferencias. La moraleja es clara para esta tierra nuestra de Felipes, Pejes y diputados rijosos. O nos vamos poniendo de acuerdo, o nos carga la fregada. Cuando todos quieren llevar agua a su molino, cuando nadie escucha ni razona se crea el fétido caldo de cultivo que hace posibles personalidades como las de Augusto Pinochet. Ojalá podamos aprender en cabeza ajena. Pinochet yace bajo el estiércol de sus crímenes. Los vivos tomemos nota, que nos toca escoger entre la sensatez y el odio. Y esa elección no es poca cosa.
PARPADEO FINAL
Ya encarrerado el ratón me permito dedicar esta columna al maestro ?Guayo? Valenzuela, emérito artista urbano con el que continuamente sostengo tremendos debates que van, en orden de prioridades, de la política al futbol. Puras trompadas conceptuales donde la amistad es el único punto inobjetable y el debate sobre Pelé y Maradona es un pozo sin fondo. Yo sigo siendo maradonista, pero el debate sigue abierto. Sobres, va un abrazo pal maestro pues.
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