El arte se ha consolidado como emblema del aburrimiento en cierta medida gracias a los que hablan de él con tono solemne y afectado. Cierto, el arte sirve para dárselas de fino y educado, pero no hay que abusar. No blasfemo si digo que en el arte y en el futbol encuentro pasiones similares: pena, angustia, gozo, dolor, entusiasmo, depresión, alegría. Al final de cuentas lo que llamamos arte es el registro vital de unas personas que con fotos, pinturas u objetos quieren darle forma a una idea o una sensación determinada. Es un producto personal, humano y por tanto, en buena medida, universal. Los girasoles de Van Gogh me emocionan aunque no soy holandés y las esculturas de los faraones me impactan aunque no sea egipcio: ahí hay un mensaje que a todos nos incumbe en mayor o menor medida. Cuando veo una obra que me conmueve lo último que pasa por mi cabeza es una definición o una frase célebre. Primero me sorprendo, me río, qué sé yo. Pueden salir palabras, no frases. Al entrar a la Capilla Sixtina pensé ?¡sopas!?, cuando vi un cuadro de Lucian Freud un ?qué poca?? vino a mi cabeza. Lo más común es un largo y profundo ?óorale?. También se pueden usar expresiones como ?ay papá quién te pegó?, o ?¡agárrense pelaos!?. La onda es disfrutar plenamente de una buena pieza o un buen planteamiento artístico. Y cuando la obra está chafa pues una rechifla no sale sobrando. ?No siempre es bueno lo que es bello? dijo Leonardo, con lo cual invita a ver el arte no sólo como una fuente de felicidad exclusivamente derivada del goce estético: puede haber cosas espantosas que son excepcionales. Pienso en las fotos de cadáveres de Witkin, o las imágenes crudísimas de Sebastiao Salgado. Hay cosas que ponen la piel chinita y por eso mismo valen la pena, como sucede con la navaja de Luis Buñuel, cuando el ojo se rasga junto con el alma viene una iluminación, un golpe violento, una toma de conciencia. También para eso sirve el arte. En estos casos difíciles, cuando términos como ?bellísimo? o ?padre? quedan fuera, es cuando recomiendo el uso de la escala de apreciación artística de Nazario Simón, un artista entrañable que tiene su estudio en las laderas de esta Comarca. No sé si él lo recuerde, pero una tarde de sotoles me reveló las siguientes verdades que hoy ejemplifico con nuestros tres legendarios muralistas. Nazario dice: hay un arte que es ?perro?. Dícese de gente como Diego Rivera que pintaba (y muy bien) kilómetros y kilómetros. Puede no gustar, pero su calidad amerita el término: Rivera es perro. Pero hay un término por encima: ?perrón?. Siqueiros gusta a menos gente, pero como teórico del arte, innovador en materiales e incansable investigador llegó a crear dos que tres imágenes memorables. La fuerza de su trazo lo confirma: Siqueiros es perrón. Pero aún por encima está el ?perrononón?. Orozco no dio tregua: su obra es severa, dramática, una mezcla mesiánica de conciencia social y alucinación religiosa. Su pintura se eleva y se incendia como su Prometeo en llamas: Orozco es ?perrononón?. Y todavía hay ?perronononón?. Ahí queda a consideración de cada quien el otorgar tan elevado término. Perro, perrón, perrononón. Simple, sencilla y excelente la escala de Nazario. Por mi parte sigo buscando en las artes esas emociones que dan color y sabor a este trajinar diario por la vida. Ésta es mi invitación para que actuemos con el entusiasmo de verdaderos aficionados a las artes. El arte será aburrido para quienes lo sigan tratando con tono de sepulturero. Yo prefiero unirme a la porra pesada del espíritu.
PARPADEO FINAL
Ya ni me terminé mi caldito de pollo de pura angustia. En la tele un comentarista de lentes afirma con énfasis: ?por el bien de esta sociedad el Santos debe ganar?. Y luego califica el lugar numero 18 de los ?Guerreros? como tragedia inenarrable. Yo me asusté gacho, en ese orden de ideas si el Santos baja a segunda, Torreón se pulverizará en un estallido nuclear de ira y vergüenza cósmica. Dios nos agarre confesados. ?Pony?, sálvanos de la hecatombe. Plis.
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