Más de una vez he pensado que Torreón, en términos artísticos, es como el viejo oeste de las películas. Con esto no busco demeritar ni menospreciar a nadie, dados los escasos cien años de Torreón es natural reconocer nuestras carencias en materia cultural, aunque el sentimiento de pobreza se desprende del parámetro que establecen otras ciudades. Si nos comparamos con Londres o Berlín podemos caer en depresión profunda. Pero el asunto es leve si consideramos la economía europea, que lleva miles de años en este negocio, que las artes son industria por aquellas latitudes y que también tienen sus broncas (deben tenerlas, digo yo). Somos una ciudad en medio del desierto, que si bien produce lana tiene la desgracia de no ser capital y por ende es relegada en las partidas económicas que el Estado concede a la cultura (y agreguemos a esto lo fregado del país en general). Por eso digo que la Comarca Lagunera es el viejo oeste, tierra de pioneros que tiene que ordeñar piedras para obtener resultados. En un punto u otro los artistas locales tienen que hacer de tripas corazón y seguir con lo suyo a pesar de las adversidades. En este punto resulta razonable la decisión de varios creadores de abandonar este barco y huir a las capitales. Bien, no los culpo. Pero a pesar del contexto agreste hay propuestas interesantes, gente trabajando, a la manera de los gambusinos, buscando oro en ríos escondidos. Por eso ésta es tierra de vaqueros, campos despejados con mucho por hacer, por construir, por pelear. Aquí hay duelos y fiestas de cantina. Hay traición y chicas guapas. También hay largos periodos donde no pasa nada y únicamente sopla el viento del desierto. A estas alturas queda claro que esto de comparar el viejo oeste con el ambiente artístico de Torreón, más que una teoría o metáfora valiosa resulta un alucine por demás barato. Pido tolerancia por el que escribe estas líneas, que tras varios días de insomnio crónico, al intentar hilar un comentario coherente sólo encontró vaqueros y artistas y así, a la brava, quiso juntar ambos términos, con resultados algo dudosos pero bien intencionados. En fin, yo digo que en Torreón hay material para una película: un ambiente hostil, calorón del demonio, polvo y sol a plomo. Gente con ganas de trabajar y locos que se dan el tiempo para pintar, bailar o escribir. Un microcosmos plural, donde las oportunidades en el arte se buscan y se cazan como a un animal elusivo. Al pensar en los creadores de la Comarca Lagunera viene a mi mente lo sucedido con los artistas del Este de Europa, que sorprendieron al mundo cuando cayó la cortina de hierro. Nadie creía que bajo la bota soviética alguien estuviera haciendo algo valioso. Pero sin recursos y a veces a costa de su propia seguridad personal, seguían produciendo y al darse a conocer su trabajo sorprendieron al mundo. Los artistas verdaderos son gente muy necia, tuzuda, obstinada, independiente, como un vaquero (y dale con esto). Aquí me detengo con este súbito ataque de optimismo que vino en forma de western mexicano. Como diría mi madre, lo bueno es que estás contento, ahora quédate calladito.
PARPADEO FINAL
Las cucarachas gigantes invaden mi casa y he desarrollado una paranoia alucinatoria al respecto. De tanto insecticida ya me duele la cabeza, y me arden los ojos. Pero la lucha sigue, si el insecticida ya me está matando a mí ¿qué no le hará a las cucarachas?... Tal vez esta batalla heroica no es más que un lento suicidio, una auto fumigación? sea lo que sea, sigo en pie de lucha. ¡Guerra entre insectos y un mamífero en la calle de Corregidora! (Y que corran las apuestas).
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