TORREÓN, COAH.- Casi todo era nuevo: el horario, el clima, el lugar donde se acomodó La Komún para apoyar a los Guerreros y hasta la afición llegó al Corona con otro ánimo. Se esperaba que después de tantos intentos fallidos por fin el Santos Laguna consiguiera el tan ansiado triunfo en su casa.
?Ándale, grítales para que te oigan?, le pedían a un aficionado, mientras que el sonido local pedía unas llaves que alguien perdió en el estadio.
Los visitantes traían la convicción de que no debían perder, pero tampoco tenían muchos argumentos para poder ganar. Darío Franco y Wilson Graniolatti salieron casi con la misma indumentaria, parecía el nuevo uniforme de la temporada para los técnicos.
Germán Arredondo, silbante del partido, buscó ser protagonista al dejar de marcar las faltas claves y ponerse estricto con los reclamos. Posiblemente no esperó que lo enviaran esta semana hasta la Comarca para pitar bajo un incandescente sol.
Franco, mítico jugador de los Monarcas, animaba a su equipo, mientras que en las tribunas hasta el público local quería que los Guerreros aprovecharan su mejor juego. Sin embargo, ni los albiverdes ni los morelianos daban un buen espectáculo. Hasta el balón quería refrescarse en una de las hieleras de Sol Plateas, pero no tuvo mucha suerte.
Por fin, casi al término del primer tiempo, Santos muestra una idea ofensiva, ya parece que el temor de otras jornadas desapareció. Ya cada uno de los jugadores hace su trabajo, pero sólo falta el tanto para concretar este esfuerzo.
Los michoacanos sólo vinieron con pocas expectativas, con pocas opciones de gol y con pocos aficionados para apoyarlos. Unos treinta seguidores ondeaban sus banderas, y con porras animaban a defenderse con todo a su equipo. Concluyó el primer tiempo sin gran cosa para recordar.
En el complemento hubo poco que resaltar, salvó que Figueroa fue una ?fiera? en la defensa, que estuvieron cuatro defensas laguneros en la cancha, que al ?Pony? Ruiz lo cubrió Nasuti como antes lo hacía Franco en esa misma posición.
La Komún no aguantó el sol de frente y se movió de lugar. El árbitro sigue con la brújula desorientada, muestra en cada marcación que dice a gritos que es un incompetente pero que él ya lo sabe, así que no se lo recuerde.
Nada en la cancha, sólo la petición del sonido local por el juego de llaves que no han llegado a su dueño. Si comparamos este juego con una partida de ajedrez, con todo el respeto que merece esta milenaria disciplina, ambos estrategas quedaron tablas, no porque se nulificaron el uno al otro, sino porque se impidieron ellos mismos la posibilidad de ganar.