¿De qué se platica en una reunión de amigos?
De futbol, de los negocios, de mujeres, de chismes.
¿De política? A veces, sobre todo cuando hay elecciones.
¿Cuántas reuniones de amigos se hacen alrededor de una computadora, siguiendo los resultados de un conteo de votos?
Ninguna.
Hasta el miércoles pasado.
Ya le llaman ?la noche que México no durmió?. Fue un día para el recuerdo, para los libros de historia.
Desde temprano, el cruce de llamadas. ?Confírmame que va ganando el Peje?. ?¿Es cierto que va adelante López Obrador?? ?¿Por cuánto??
El conteo de votos empezaba. Las actualizaciones llegaban por Internet cada diez minutos. Al caer la tarde, Andrés Manuel López Obrador aventajaba con dos por ciento sobre Felipe Calderón. En una ciudad en donde el PRD recibió un voto por cada tres o cuatro del PAN, era como para provocar un infarto colectivo.
La brecha entre Calderón y López Obrador se cerraba en cada actualización pero el ritmo no parecía suficiente para que el panista remontara.
Pánico.
¿Qué está pasando?
En obvio que por cada felipista desesperado porque su candidato iba abajo había un lopezobradorista jubiloso porque el suyo iba arriba.
Las explicaciones comenzaron a fluir. Los estados que votaron por el PRD contaron más rápido que los estados donde ganó el PAN. Ahí los perredistas insistían en abrir los paquetes, demoraban el conteo.
En una casa de Torreón, unos diez empresarios, jóvenes, treintañeros, tenían una reunión de cuates. Pero lo que siempre es un relajo de tema libre, el miércoles pasado en la noche tenía un solo objetivo, una computadora laptop abierta en la mesa de la sala con las ediciones en línea de Reforma, El Universal y Notimex, esperando que Felipe remontara.
El que estaba sentado al lado de la computadora debió haber terminado con el índice derecho magullado de tanto apretarle al botón para refrescar la página.
Refrescar.
?Ya van contadas 91.86 por ciento y 1.04 de diferencia?.
Alivio.
Dos minutos.
Refrescar.
?92 por ciento contadas y 1.02 de diferencia?
Más alivio.
Un minuto.
Refrescar...y así toda la noche. Cuando la diferencia entre Calderón y López Obrador bajó de un punto porcentual, a 0.99 con 92.17 por ciento de casillas contadas empezaron las especulaciones sobre cuándo se iban a cruzar las tendencias y, por fin, Calderón se pondría arriba.
En una hoja llevaban anotadas todas las actualizaciones desde las nueve y media, cuando 89.72 por ciento de casillas contadas arrojaban 1.26 por ciento de diferencia, con López Obrador arriba.
La hoja consigna también ecuaciones para calcular desviaciones estadísticas que permitieran determinar el ritmo de descenso de López Obrador y el de ascenso de Calderón.
De vez en cuando, el tema de conversación giraba al Mundial de Futbol, pero la elección regresaba siempre al centro. A las once de la noche sonó mi celular. Una fuente del IFE me decía cuáles eran los estados que traían más retraso en el conteo: Nuevo León, Sonora, Colima, Querétaro. Estados panistas.
Anuncié la información a la sala y las caras de alivio fueron evidentes.
Pero López Obrador seguía arriba y la expectativa de cuándo se cruzarían las líneas se convertía en angustia, nerviosismo, tema de conversación.
A la una y media, 95.56 por ciento de las casillas estaban contadas y la diferencia era 0.47 por ciento, arriba López Obrador, todavía.
Fue una noche para disfrutar, para saborear lo inusual, lo increíble de una jornada electoral que duró casi 100 horas, cuatro días de esperar, de no saber quién, rematada por horas intensas en las que el futuro de la Presidencia mexicana se contaba en centésimas de punto porcentual.
Al fin, a las cuatro de la mañana, Calderón remontó. La noche terminó. Más de uno llegó al trabajo desvelado.
Estuvo buena la reunión.