Torreón, Coah.- Momentos antes de ingresar al Corona algunos aficionados llegan con un sentimiento de resignación, ?ya nadie viene?, comentó uno de los asistentes, ?ya sólo venimos pocos, porque nos gusta sufrir?, remató como si todo estuviera predispuesto para que tuvieran los Guerreros una tarde trágica.
Ya dentro del estadio había un gran despliegue de seguridad alrededor de la porra de Monterrey, que en esta ocasión era de pequeñas dimensiones en comparación a otras veces. Puede ser que se les aplicó el ?nos reservamos el derecho de admisión? o muchos llegaron sin boleto ni dinero y no tuvieron la oportunidad de entrar.
Al salir de los vestidores, Miguel Herrera busca en la banca de Santos a Wilson Graniolatti, pero no lo encuentra, a ver si para el final se pueden encontrar. Los jugadores ya están en el campo, pero los aficionados ven en el prólogo una nueva historia: La vida sin ?El Pony?; habrá que acostumbrarse a ya no depender del jugador naturalizado.
Sin embargo, en las tribunas surge el grito de ?Pony... Pony? en los cobros de tiro de esquina, lo que hace el cariño, hace una semana se le abucheaba y ahora se le extrañaba.
Durante el partido Monterrey respeta su esquema de juego, mientras que Santos trata de inventarlo o mínimo trata de cambiar la imagen que ha presentado en sus últimos compromisos. Pero la angustia, que ha sido compañera de los aficionados albiverdes en toda la temporada, se hace presente.
Primera gran diferencia entre los santistas: no hay gritos entre ellos, sólo se dedican a jugar. Pero esto no quita que Gabriel de Anda se quede ?colgado? en la marcación y sólo levante la mano para pedir fuera de lugar, que ?El Misionero? Castillo no se halle en el campo, y que Rafael Medina parece mentalmente agotado, ya que no se complica, sigue su propio juego. Un gran problema en la defensa central que parece zona libre para circular sin preocupaciones.
Algunos ?fanáticos? que no tienen un gramo de razón empiezan a imitar el sonido de primates cuando el panameño Baloy o el colombiano Rodallega tocan el balón, imitando tontamente a las tribunas de Europa. Es triste ver que sólo tenemos la capacidad para repetir lo malo y no así ser un ejemplo de afición, lejos quedaron los tiempos en que los laguneros éramos respetuosos de los rivales.
Hay un pavor enorme por celebrar un gol albiverde, cuando se llega hasta la portería falta el toque final o unos cinco centímetros de estatura para hacer el gol.
Pero es casi al final del primer tiempo cuando se logra sacar un penal al Monterrey y la oportunidad de celebrarlo por todos, después de tanto tiempo sin hacerlo. Matías Vuoso anota, celebra con Rodrigo Ruiz su gol y la tensión parece ya tranquilizarse.
Ahora la historia parece que tendrá un final feliz, pero aún con la ventaja, esta situación, como en otras ocasiones, no puede ser definitiva.
Se intercambian saludos entre La Adicción con La Komún, ?...el que no salte es un rayado maricón?. Segundo tiempo y Monterrey va al abordaje, por lo que Graniolatti pide línea de cinco en la defensa. A punto de entrar ?El Pony? Ruiz el público le rinde un gran aplauso, La Komún le da su apoyo incondicional, ?ojalá así fuera mi vieja... que se la ?raye? y que me perdone sin hacer ?panchos??, comenta un joven aficionado.
Y de pronto algo sucede en el terreno de juego, el tan esperado regreso de los Guerreros del Santos Laguna se realiza. Se pone garra por la camiseta, hasta De Anda realiza mejor su trabajo, se contagian todos los demás jugadores. ?Pony? Ruiz no le grita a la ?Mona? Olvera, le indica cuál va a ser su movimiento. Parece que la ?magia? de otros tiempos de nuevo aparece.
Graniolatti saca a Carlos Cariño y la tribuna le reclama. Un aficionado regio se mueve a la puerta de acceso mientras es escoltado con una lluvia de silbidos.
Miguel Herrera se vuelve ofensivo, mete a tres delanteros. Después de tanta insistencia ?La Gata? Fernández comienza a tomar la batuta para realizar un ataque letal, con la colaboración de Rodallega, quien empuja la bola.
Al final este juego termina como un caso de la vida real, una historia que concluye sin risas ni lágrimas, todos los asistentes se van con el sentimiento de que pudo ser mejor el resultado, un sabor agridulce que deja más dudas que certezas. La Adicción le restriega a La Komún el punto que se lleva para la Sultana del Norte, pero de ahí no pasó a mayores.