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Crónica urbana| Su objetivo: sobrevivir

FABIOLA PÉREZ-CANEDO

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- Doroteo Martínez tiene 56 años y desde hace 38 se dedica a vender vasitos de fruta picada afuera del ISSSTE. En ocasiones, el señor cambia la fruta por aguas frescas, luego por dulces, otras veces, es ?lo que salga?. El objetivo es el mismo, sobrevivir.

En su juventud, Doroteo se dedicaba a la agricultura, actividad que abandonó porque el campo era muy poco redituable y aunque dice que no gana mucho vendiendo fruta, admite que ?se gana mejor y alcanza para vivir y mantener a la familia?.

Este señor es originario de una comunidad rural del Estado de México. Explica que su lugar natal era tan humilde que no contaba con los servicios básicos, vivía alejado de la zona urbanizada y sólo pudo cursar hasta el segundo grado de primaria.

?Era mucho batallar y ya no se pudo seguir?, comenta el vendedor ambulante, pues confiesa que le hubiera gustado terminar la primaria y continuar con secundaria y preparatoria, quizá hasta haber cursado una carrera técnica: ?entonces me hubiera podido dedicar a otra cosa?.

El comerciante considera que las circunstancias actuales son distintas para los menores de las comunidades rurales, que cuentan con escuelas primarias en los ejidos y pese a las carencias en servicios que estos centros educativos presentan, los niños no tienen necesidad de trasladarse a la zona urbana para estudiar.

?Ahorita hasta el rancho más chico tiene una escuela, eso es muy bueno para los niños, para que puedan estudiar y superarse?, manifiesta el señor.

Como Doroteo tiene esposa y ocho hijos, la vida le resultaba muy complicada siendo vendedor de fruta, ya que él era el único sostén en el hogar y el dinero muchas veces no alcanzaba para el gasto. Sin embargo, esos días han quedado atrás, pues seis de sus muchachos ya trabajan y pronto formarán sus propias familias.

Para este frutero, su trabajo le ofrece un ambiente muy agradable y tranquilo, donde observa pasar mucha gente y tiene oportunidad de platicar con diversas personas, pero Doroteo admite que acepta su labor más por conformidad que por gusto, pues a sus 56 años ya no le contratan en ninguna empresa, ni puede desenvolverse en actividades físicas.

?A mi edad, yo ya no puedo andar pelando ojos por ahí, se vive una situación muy difícil, no todos los días se venden las cosas bien, a veces son hasta 30 vasitos, otras veces pasan horas sin que vendamos uno?, indica, ?pero uno no se agüita, siempre que lo dejen a uno trabajar?.

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