La historia de un país, como la vida misma, con mucha frecuencia se decide en los pequeños detalles. Como el siguiente: ¿tiene Vicente Fox un déficit de atención materna? Guadalupe Loaeza lo asegura luego de una breve conversación con la madre del presidente, hace cinco años, durante su toma de posesión. Extrañada porque doña Mercedes se retirara a media ceremonia, Loaeza le preguntó los motivos: “ya no aguanto las piernas y estoy muy cansada”, le contestó tajante. La periodista confiesa que “me desconcertó su actitud, dadas las circunstancias, la sentí un poquito desapegada y hasta indiferente. En ese momento comprendí muchas cosas de la personalidad de nuestro presidente. Comprendí que ciertamente no era el consentido de su mamá. Y comprendí que ese dato biográfico, a lo largo de su Gobierno se manifestaría de muchas maneras…” (Del libro Por los de abajo. Historia política de una “niña bien”. Plaza Janés).
A mi juicio las premoniciones de Loaeza se cumplieron cabalmente. ¿Cuánto de la obsesión presidencial de gobernar por medio de encuestas y niveles de aprobación tendrá qué ver con ese afán de ser querido? ¿Hasta qué punto el desinterés de Fox de arriesgar su patrimonio político en las reformas estructurales obedece a la inseguridad? ¿En qué medida la parálisis y el carácter blandengue de su Gobierno se explica por esa necesidad de ser amado por todos?
Cuando sea menester hacer el balance final del Gobierno foxista, la tesis de Loaeza me parece tan pertinente como muchas otras de naturaleza económica o sociopolítica. El tejido de la historia suele ser el resultado de la manera en que se entreveran las tendencias estructurales con las anécdotas y la casuística de los protagonistas.
Justamente por eso es importante un libro de Alejandra Lajous, que esta semana comenzó a circular. AMLO: entre la atracción y el temor. Una crónica de 2003 a 2005, de editorial Océano.
A diferencia del libro de Guadalupe Loaeza, este texto no revela detalles íntimos. Pero hace algo tanto o más importante: ofrece una crónica analítica de los acontecimientos políticos de los últimos tres años. En realidad más que un libro sobre López Obrador, se trata de un balance de la gestión política del sexenio foxista. Tengo la impresión de que el título en referencia a El Peje obedece a razones de marketing, porque en realidad más de la mitad de las páginas está dedicada a otros protagonistas.
El esfuerzo de Lajous es original. Ella y su equipo simplemente se dedicaron a recopilar el material que se había publicado en los medios sobre una docena de temas claves: el desafuero, las luchas internas en el PRI, la pareja presidencial, los conflictos entre el PAN y la Presidencia, los videoescándalos, entre otros. Se limitaron a documentar la manera en que la opinión pública fue enterándose de estos acontecimientos y la forma en que respondieron a ellos los actores políticos.
Aunque parezca limitado, este método ofrece claves que en ocasiones las grandes explicaciones son incapaces de proporcionar. Por ejemplo, el comportamiento de Fox con respecto al desafuero de López Obrador resulta absurdo cuando se mira a la distancia. A lo largo de los meses el presidente mostró una actitud equívoca, avanzando y retrocediendo en su apoyo al desafuero, para finalmente detenerlo.
Pero resulta mucho menos esquizofrénica cuando el libro nos muestra la manera en que, semana a semana, Los Pinos reaccionaba a la coyuntura, a la información que ofrecían los juristas y a los vaivenes de la rivalidad personal entre AMLO y el propio Fox.
La historia política se define por las reacciones que tienen los protagonistas a partir de sus percepciones de la coyuntura y de la opinión pública. Justamente eso es lo que recoge el libro.
Fox ordenó tajantemente desactivar el juicio en contra de López Obrador luego de una reunión en su rancho de San Cristóbal, cuando descubrió que El Peje podría pasar por la cárcel. El presidente juzgó que los ánimos estaban demasiado caldeados para ofrecer a la opinión pública nacional e internacional una foto de López Obrador detrás de las rejas, aunque fuera por unas horas.
De igual forma, sólo mediante el seguimiento cronológico del escándalo de los videos de Ponce y de Bejarano podemos entender por qué no hubo un costo político mayor para el PRD y para El Peje. El libro revela claramente una serie de hechos desafortunados para el Gobierno, que permitieron a López Obrador convencer a la opinión pública de que había una intervención de Estado para perseguirlo políticamente (la participación de Diego Fernández y del Cisen en la distribución del video, la información que tenía Cuba sobre Ahumada, entre otros).
Posteriormente tales elementos resultaron menos contundentes en perspectiva, pero en su momento paralizaron los embates del Gobierno para sacar mejor tajada al desprestigio del PRD.
Desde luego, hay negritos en el arroz. Me parece que hay dos o tres pasajes en los que Lajous no resiste la tentación de “raspar” a López Obrador. Son los únicos momentos en los que el tono se separa del análisis y de la crónica para editorializar. Quizá parte del problema es que si bien el libro se documentó con la información de todos los medios, en materia de opiniones sus referentes son en proporción abrumadora los del periódico Reforma y Crónica en menor medida, diarios conocidos por el escaso amor que profesan al candidato perredista. Pero hay que reconocer que en el libro predomina la honestidad intelectual (por ejemplo, cuando describe los entretelones del escándalo de TvAzteca vs. Canal 40, a pesar que la autora produce un programa para la televisora del Ajusco). En fin, un libro imprescindible. Estas crónicas ofrecen la mejor recuperación que se haya hecho de los momentos cruciales del sexenio foxista; y créanme, el balance no dejará contento el hijo que padece déficit de afecto materno.
(jzepeda52@aol.com)
