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Cuartos de guerra de campaña

Jorge Zepeda Patterson

El año 2006 no está resultando lo que parecía. Cuando la tregua navideña congeló la actividad política antes de las fiestas, Felipe Calderón iba en camino de convertirse en la gran revelación de la competencia presidencial. Las encuestas de diciembre revelaban lo que parecía un verdadero milagro, tan repentino como sorprendente: alguien había alcanzado al Peje por vez primera en tres años.

Muchas almas temerosas respiraron aliviadas ante lo que había parecido una derrota inevitable. Se fueron de posadas a cantar villancicos, con el entusiasmo basado en la confianza que en el siguiente año se reanudaría el ascenso imparable de su candidato.

Pero a lo largo de enero las cuentas alegres se esfumaron tan rápidamente como los propósitos de año nuevo. La primera andanada de encuestas luego de la tregua mostró de nuevo a López Obrador a la cabeza.

El impresionante asalto de Felipe Calderón alcanzó para arrojar a un segundo sitio al candidato priista, Roberto Madrazo, pero se quedó corto para reducir significativamente la delantera que lleva el líder. Según la encuesta de El Universal, de esta semana, El Peje mantiene un 40 por ciento de intención entre los votantes probables (misma cifra que en noviembre), Calderón pasó del 31 al 33 por ciento y Madrazo se quedó en 26 por ciento.

Desde luego el factor Calderón modifica sensiblemente el panorama de los próximos meses. La campaña de López Obrador está muy lejos de convertirse en un paseo de trámite para llegar a Los Pinos. La ventaja de siete a ocho puntos que lleva sobre Felipe dista de ser un margen definitivo. Calderón se ha colocado a una distancia que le permite estar al acecho en los próximos meses. Con posibilidades de capitalizar algún imponderable o un resbalón de López Obrador.

El problema para el PAN es que López Obrador parece estar “blindado” ante los resbalones. A lo largo de estos tres años El Peje ha cometido cualquier cantidad de errores y ha proferido todo tipo de frases desafortunadas. Su partido lo ha acuchillado en varias ocasiones con luchas fratricidas tan infantiles como escandalosas. Y sin embargo, el tabasqueño mantiene las preferencias del electorado. Luego de tres años de raspones sin consecuencias, se antoja difícil que se presente un desplome sorpresivo de López Obrador como resultado de un incidente súbito.

Si el PAN quiere vencer el dos de julio tendrá que apostar a otra estrategia. Ahora el gran riesgo es que el impulso de diciembre se estanque. Calderón carece del carisma personal suficiente para sacar del atolladero a una campaña estacionada. No es un mal candidato, pero sólo es eso. No tiene el atractivo del Fox de hace seis años, ni proyecta la noción de constituir un hombre de Estado en ciernes capaz de entusiasmar multitudes.

Si la distancia que separa a los dos candidatos se mantiene todavía en marzo, el PAN tendrá que trasladar recursos de la campaña a la “contracampaña”. De hecho, tanto el PRI como el PAN trabajan en ambas pistas simultáneamente: “posicionar” a su candidato y debilitar al candidato que lleva la delantera. Una a favor de su candidato, otra en contra de su rival. Pero si las campañas positivas no logran acortar distancias, es muy probable que el grueso de los recursos comience a canalizarse a las campañas negativas. Cada vez más se buscará atraer a un voto por exclusión: aquel que elija PAN por miedo a la inestabilidad (López Obrador) o la corrupción del viejo régimen (Madrazo).

Sin embargo, tampoco esta estrategia ha resultado muy exitosa. López Obrador ha resistido los embates mediáticos que han explotado el temor al populismo. Son campañas que seguramente debilitan la imagen del tabasqueño entre las clases medias, pero han terminado por consolidar su presencia entre los sectores populares.

El hecho que lo califiquen como un populista que pondría en riesgo la estabilidad del país, hace que de alguna forma muchas personas lo identifiquen como el candidato de los pobres. Y eso no es una desventaja en un país en el que los pobres siguen siendo la mayoría. La intención de voto en favor de López Obrador (37 a 40 por ciento, según la encuesta de que se trate) parece estarse convirtiendo en un voto duro. Quizá no tenga muchas posibilidades de crecer, pero tampoco se observan signos de que esté decreciendo.

Siendo así, quizá la única posibilidad para Calderón podría provenir de una fuente inesperada. López Obrador puede ganar la Presidencia con apenas 38 por ciento de la votación, pero a condición de que el 62 por ciento restante quede fraccionado entre sus rivales.

Eso significa que el debilitamiento de Madrazo podría fortalecer las posibilidades de Calderón. Si el panista logra separarse aún más de Madrazo, muchos que ahora distinguen a este con su aprecio emigrarían para no votar por una opción perdedora. En tal caso el PAN tendría que asegurarse de captar esos votos en mayor proporción que el propio Peje. Y si bien es cierto que el PRD parecería más cercano al PRI que el PAN, eso no es del todo definitivo. En la intención de voto a favor de Madrazo hay una tendencia a la búsqueda de estabilidad a todo costo (“más vale malo por conocido”); esa es una veta que el PAN podría explotar en contra de López Obrador.

Las encuestas de fines de febrero serán claves para conocer tendencias más o menos decisivas. A partir de ellas las estrategias de los partidos comenzarán a echar su resto, a quemar naves, a perseguir todas rendija que les permita ampliar sus posibilidades. La guerra de estrategias apenas comienza.

¿Logrará López Obrador consolidar su voto duro y hacerlo invulnerable al ataque mediático? ¿Conseguirá Calderón hacer de esto una lucha de dos y no de tres? Lo sabremos pronto.

(jzepeda52@aol.com)

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