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Cuatro continentes y tres juramentaciones/Reflexión semanal

Federico Möggenburg

El diputado electo por la provincia de Cochabamba, Iván Canelas, anunció un inesperado viaje de Evo Morales, recién electo presidente de Bolivia. Estaría en Madrid con Rodríguez Zapatero, se reuniría en África del Sur con Nelson Mandela y terminaría su gira en Brasil entrevistándose con Lula da Silva.

Dos días después, el vocero del futuro Gobierno, Alex Contreras, anunció la cita inmediata con Castro en La Habana y una extensa, veloz e intrigante gira que abarca Madrid, París, La Haya, Bruselas, luego Pretoria, Pekín y finalmente Brasilia, para reunirse con Lula, Chávez, Kirchner, Tabaré y Torrijos. Ocho ciudades, de cuatro continentes en nueve días, antes de realizar tres ceremonias de toma de posesión o “juramentaciones”.

Una será en una zona arqueológica junto al lago Titicaca, ante las comunidades indígenas kichwas, aymaras y guaraníes, que le entregarán el “bastón de mando”; la segunda, ante el Parlamento, que será la oficial, para asumir el Gobierno de Bolivia y, una tercera, en una plaza de La Paz en donde recibirá el apoyo de un “encuentro mundial de líderes sociales”, entre los que destacan los “piqueteros” de Argentina, el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, el Movimiento Pachakutik de Ecuador y el EZLN de Chiapas, además de otras personalidades vinculadas a las luchas sociales.

Hay diversas hipótesis selectivas sobre la intención de Morales al realizar esta intensa gira antes de asumir la Presidencia del país, considerando su contundente triunfo electoral -participó el 84.5 por ciento de los empadronados y Evo obtuvo el 53.7 por ciento de los votos- y las primeras tronantes declaraciones en el sentido de que “había terminado en Bolivia el neoliberalismo y el colonialismo, se creará un bloque antiimperialista latinoamericano para hacer frente a Estados Unidos de América, así como la integración latinoamericana de naciones indígenas”.

Para nadie es un secreto la real postura de Evo Morales en el actual contexto latinoamericano. Fue una de las “figuras” no gubernamentales, junto al futbolista Maradona, que encabezaron “la reunión alternativa” contra el ALCA en la reciente reunión de Mar del Plata y, desde luego, no puede soslayarse su profunda admiración y dependencia política de Fidel Castro y de Hugo Chávez.

Con Rodríguez Zapatero -además de reivindicarse de la broma de la que fue objeto por una cadena radial española, cuyo locutor se hizo pasar por el jefe de Gobierno español y “le tiró un poco de la lengua”- se puede suponer que analizará el delicado caso de la empresa española, Repsol-YPF, asentada en Bolivia, ya que Evo anunció la “renacionalización” de la industria de hidrocarburos.

Las conversaciones tendrían por objeto “ajustar” la redacción de “la nueva Ley de hidrocarburos”, que será una de las primeras tareas que abordará el nuevo poder Legislativo -que empieza a alentar la creación de una nueva “Asamblea Constituyente” dominada por el “Movimiento al Socialismo”- (nombre del partido de Evo Morales).

Salta a la vista que el contenido del “socialismo” de Rodríguez Zapatero y el de Evo Morales contienen aspectos cualitativos muy diferentes, pero que resultan convergentes. Van en etapas distintas de un mismo proceso.

El socialismo, en España, está muy “avanzado y un tanto sofisticado”, va en “etapas superiores”, no busca aplicar los postulados de Marx con relación a la propiedad, se conforma con el control del sistema educativo y la manipulación de la cultura con la imposición de la “cultura de la muerte”. Va por la destrucción de la familia, en perfecta sintonía con los postulados de Engels.

En Bolivia, en cambio, se inicia una etapa “rústica o primitiva” del socialismo, más parecida a la que practica en Venezuela Hugo Chávez, bajo el nombre de “nuevo socialismo del siglo XXI”.

En cuanto a la reunión con Nelson Mandela, parecería que se trata de usarlo y envolverse con el prestigio del luchador político de toda una vida, quien padeció muchos años de cárcel, y finalmente triunfó contra la “discriminación racial”, al lograr la transición de un sistema autoritario racial, hacia una consistente “democracia pluriétnica”. En cuanto a la visita a Pekín, no se puede hacer alguna hipótesis consistente, ya que además no está plenamente confirmada.

El encuentro con Lula, arropado por Chávez, Kirchner, Tabaré y Torrijos, puede tener varios ángulos, como serían los comerciales, aunque todo parece indicar que se tratará, más bien, de llegar a acuerdos políticos de envergadura continental para presionar e intervenir en los procesos electorales latinoamericanos del año 2006.

A Evo Morales le podría perjudicar el actual desprestigio de Lula “por haber logrado los cambios estructurales” que requería el modelo económico brasileño, a base de sobornos sistémicos a los diputados, lo que implicó, casi de inmediato, la caída de figuras claves del Gobierno y del PT (empezando por el jefe del Gabinete, Dirceu, así como la directiva en pleno del partido lulista, su presidente, Leonino, el secretario general Petrela y el tesorero Soares).

No es posible aceptar, como lo ha dicho Lula da Silva, que él desconociera todo ese tinglado de corrupción. Estamos sólo a unos días de ver la realidad de esta intrigante y vertiginosa gira de Evo Morales, antes de sus “juramentaciones” como presidente.

Da la impresión de un desborde de euforia, excesivo entusiasmo y la pretensión de ubicarse como la figura clave del proceso de “ideologización e incorporación” de las comunidades indígenas al proyecto de la “teología india” con la puesta en marcha del “nuevo socialismo del siglo XXI”.

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