El Universal-AEE
MÉXICO, DF.- Valiente, gallardo, buen pistolero y defensor de las causas nobles. Esas cualidades, nutridas por los medios masivos y, en especial, por el cine, elevaron la figura del cowboy a la altura de icono máximo de la nacionalidad estadounidense.
El género del ?western?, como se definió a las historias ambientadas en el antiguo oeste americano, se alimentó de las historias reales de Butch Cassidy, Frank James o Búfalo Bill y creó un código propio de temas y forma narrativa alrededor de la conquista de fronteras y el desarrollo del territorio occidental de Estados Unidos.
Praderas, caravanas y desiertos daban cabida a personajes inmersos en un ambiente libre pero violento de conquista y duelos que defendían cuestiones morales de trascendencia. Con el tiempo, el héroe adquirió matices más contradictorios pero mucho más humanos y reales.
Los tiempos nos acercan a un perfil que no hubiese tenido cabida hace unas décadas pero que es acorde con las dinámicas sociales actuales, el del vaquero homosexual, protagonista de Secreto en la Montaña de Ang Lee al que algunos denominan ya como el primer ?western gay?.
Clásico
El vaquero de la época dorada del género se ubica en los años 50 y décadas anteriores. Eran pioneros exaltados por un afán de conquista. Pasionales, violentos, fuertes, hoscos, acostumbrados a la rudeza de las labores del campo que los transformó en dueños de las llanuras que defenderían a toda costa de los forajidos. Directores como John Ford (La diligencia, 1939), Anthony Mann (Winchester 73, 1950) y Howard Hawks (Río rojo, 1948) determinaron la evolución del género.
Crepuscular .
Se matiza con la nostalgia y romanticismo sobre el fin de esa época dorada. The Searchers (John Ford, 1956) es considerada como la primera cinta de esta variante en la que se aborda el desarraigo de los últimos hombres del oeste ante la irrupción de los nuevos tiempos representados con elementos como la locomotora. El héroe se transforma en antihéroe, embargado por sentimientos encontrados de honestidad, dolor, rencor, nobleza y deseos de venganza que no hacen mella en su buena puntería y habilidades como jinete.
En el fondo de su alma, tras ese rostro sin matices, de gesto rudo y obstinado, de aliento cansado en trance de desaparecer, persiste la idea del bien, del rescate de un pasado esplendoroso coronado por los paisajes de la montaña. A este rubro pertenecen El Hombre que Mató a Liberty Valance (1962) y El Dorado (1966) y obras actuales como Los Imperdonables (1993, Clint Eastwood) y Secreto en la Montaña (2005, Ang Lee) ésta última, un desafío a la mítica figura del vaquero macho perpetuada durante décadas por el cine.
Parodia de sí mismo
La cinematografía italiana irrumpió en el código original del western con elementos autoparódicos y un dejo de tristeza que se puso de moda entre 1964 y 1975.
Películas como Por un Puñado de Dólares (1964), El Bueno, el Feo y el Malo (1966) y Hasta que Llegó su Hora (1968) y directores como Enzo G. Castellari, Sergio Corbucci y Sergio Leone introdujeron un arquetipo de héroe que poseía su propio código de honor, de apariencia ruda, gesto impasible y en apariencia carentes de moral.
Buenos pistoleros, astutos y vengativos desarrollados más a partir de la figura de los forajidos y pistoleros.