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Cumple el IFE, pero.../Actitudes

José Santiago Healy

México y el Instituto Federal Electoral pasaron la prueba de fuego a pesar del resultado tan cerrado de los comicios presidenciales.

No obstante es momento para planear desde hoy cambios indispensables para avanzar en la democracia mexicana, todavía frágil y joven.

La primera acción a discutir es la segunda vuelta electoral. No es posible que un candidato presidencial gobierne con firmeza cuando apenas logra un 36 por ciento de la votación.

Una segunda elección para elegir por mayoría al nuevo presidente entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador sería en este momento muy benéfica para México.

Que costaría mucho dinero y que existe el riesgo de dividir más a la sociedad es muy cierto, pero peor será que Calderón o López Obrador inicien un Gobierno con el 64 por ciento de los votantes en su contra.

La segunda acción es brindar credibilidad a los resultados que difunde el IFE a partir del cierre de las casillas y que en esta ocasión lo hizo con inusual prontitud y eficiencia.

No entendemos por qué su presidente Luis Carlos Ugalde desestimó los avances del PREP al anunciar que hoy miércoles sería el conteo definitivo de la votación presidencial, situación que desató incertidumbre y dio pauta para que los candidatos dijeran lo que les dio la gana.

Hubiera sido mejor informar que hasta el momento tal o cual candidato llevaba una ventaja de tantos votos y que dado el estrecho margen sería hasta el miércoles cuando se conocería el resultado final de la elección.

La tercera acción impostergable con miras a 2012 es cambiar el calendario electoral. Por infinidad de razones, entre ellas las económicas, se requiere ajustar tiempos entre la elección y la toma de protesta. Son casi cinco meses durante los cuales se produce un vacío de poder y una parálisis en el Gobierno Federal que repercute en todos los sectores.

Además el primer domingo de julio cae en pleno verano y durante las vacaciones escolares, lo que complica la buena marcha del proceso electoral.

Una posible opción sería ajustar las campañas a tres meses de duración, esto es de marzo a mayo, para que la elección se realice el primer domingo de junio y que la toma de protesta se adelante dos meses, esto es al primero de octubre. Quedaría incluso espacio para una segunda vuelta electoral a principios o mediados de agosto.

No resulta fácil un cambio de esta naturaleza, se requiere mucha colaboración de los partidos y en esta ocasión la magnanimidad del próximo presidente mexicano, quien tendría que recortar dos meses de su mandato. Pero a final de cuentas todos ganaríamos y muy especialmente la democracia mexicana.

Un avance más que urge al sistema electoral mexicano es su descentralización. Si la tendencia es delegar la responsabilidad a los ciudadanos, no entendemos por qué existen todavía dualidad de instituciones para organizar elecciones.

En Baja California es más clara esta duplicidad al utilizarse una credencial para la votación estatal y otra para la federal.

Cuando Luis Carlos Ugalde salió en cadena nacional el domingo para informar que la moneda estaba en el aire, hizo que recordáramos aquellos tiempos cuando el secretario de Gobernación de México controlaba y decidía hasta el último detalle de una elección federal.

Por lo demás hay que reconocer que los ciudadanos mexicanos con su amplia participación fueron los ganadores de esta jornada histórica para nuestro país. Sin duda hemos avanzado a pesar de quienes quisieran regresar a los tiempos de la alquimia y la componenda electoral.

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