Víctor Hugo Rascón Banda considera que la verdadera vocación no se estudia, se aprende de manera autodidacta
El Universal
MÉXICO DF.- Por su carácter sensible y su físico ?chaparro, gordito y miope?, Víctor Hugo Rascón Banda no pudo ser vaquero, ni gambusino, ni narcotraficante y mucho menos se animó a trabajar a mil metros bajo tierra, aunque nació en Santa Rosa de Lima de Uruáchic, un pueblo minero de la sierra de Chihuahua fundado por sus antepasados.
Sus padres, doña Rafaela y don Epigmenio, lo marcaron de por vida al ponerle el nombre del gran novelista francés.
Su destino de dramaturgo quedó marcado en 1948, año en que nació, gracias a una vieja invitación escrita en francés que sus padres encontraron en un desván y que convocaba a los habitantes del pueblo a presenciar una obra de este autor galo.
Otro hecho que marcó su vida, paradójicamente, fue la noticia hace 12 años de que su salud estaba en grave riesgo a consecuencia de una leucemia linfocítica crónica, con la que ha vivido desde entonces y le ha hecho replantearse la posibilidad de dedicarse de tiempo completo a la literatura, propósito que todavía no cumple, según cuenta en su libro ¿Por qué a mí? Diario de un Condenado (Grijalbo, 2006), en el que narra su tormentosa experiencia de los últimos años.
Nunca se imaginó, cuenta, que sería el protagonista de una tragedia como ésta.
?Las madres marcan el destino de uno, primero me puso un nombre que sacó de una invitación del siglo XIX, en francés, donde los Rascón invitaban a una obra de Víctor Hugo, en francés también, sobre un personaje femenino, muy parecido a la Esmeralda de Los Miserables. Luego me inicié en el mundo de las letras leyendo novelas pornográficas porque descubrí de niño, a los seis o siete años, un baúl de libros que venían de Italia, Francia y España. Eran noveletas de no más de 100 cuartillas, eróticas, con títulos como Con un Cheque se Entra al Cielo o La Mujer de Todos y de Nadie, eran verdaderamente obscenas, pornografía pura?.
El de Víctor Hugo Rascón Banda era un pueblo con casas de dos pisos, techos de lata y balcones amarillos con geranios colgantes, con desvanes llenos de baúles antiguos, sin energía eléctrica y con una sola escuela, donde también nacieron, entre otros, Jesús H. Abitia, el primer cineasta de este país, y doña Romanita Treviño, quien fuera indocumentada en Estados Unidos y después la tesorera en el Gobierno de Richard Nixon.
?Entré a la primaria a los cuatro años, para acompañar a uno de mis hermanos, que reprobó mientras yo pasé al segundo grado. Terminé a los diez años y a los 16 ya era maestro titulado, normalista y trabajaba con una plaza federal en Chihuahua, no había bachillerato, luego lo estudié en Ciudad Juárez porque quería ser abogado.
?Empecé la carrera de derecho a los 25 años, antes fui profesor rural y de literatura. Pero volviendo a mis lecturas, un día llegó un pastor evangelista, que todavía vive en el pueblo, se llama Juan José Araujo, que me descubrió en un puente leyendo aquellas novelas pornográficas, me las quitó, las quemó y me denunció con mi familia.
?Puso en mis manos las novelas condensadas del Selecciones, las primeras que leí eran de Pearl S. Buck, historias de adultos y de otros mundos, pero jamás pude leer algo infantil; mi abuelo me regaló un día Platero y yo y me aburrió muchísimo?.
En aquella escuela, ?que representaba el sistema educativo del Estado?, el dramaturgo, cuyo teatro se ha estrenado en Estados Unidos, Europa, Centro y Sudamérica, tomaba cuatro materias básicas: composición, dramatización, recitación y asamblea escolar.
Cada semana, los viernes, tenía que componer un relato. ?Mi mamá siempre hacía trampa y ella los escribía por nosotros, pero un día decidí rebelarme y describí mi propia composición, basándome en una de mis pocas visitas a la mina. Imaginé una historia en la que llegaba hasta el fondo y encontraba dinosaurios, todo un mundo del paleolítico. Me pusieron cero, con un crayón rojo. Me salí del salón llorando. La directora de la escuela era hermana de mi papá, en realidad todos los maestros eran hermanos de mi papá o de mi mamá, quien vino a protestar porque la maestra, Ramona Rascón, había escrito en mi cuaderno: ?Cero, por demasiada imaginación?, ese fue mi pecado y mi destino?, narra.
Autor de obras como Voces en el Umbral, La Mujer que Cayó del Cielo, Cierren las Puertas, Contrabando, La Malinche y de las más recientes El Deseo y Los Niños de Morelia, todas ellas con un fuerte contenido social o que reflexionan sobre la violencia, la violación de derechos femeninos y la migración hacia Estados Unidos, Rascón Banda agrega que de aquella experiencia viene su teatro realista, que sólo habla de las cosas concretas de la vida, el dolor, la mentira, la verdad, lo justo y lo injusto.
?No sé soñar, me cuesta trabajo imaginar, sólo aprendí a contar, soy como un notario que da fe de los hechos que me duelen, me indignan o me frustran?.
-¿Es cierto que de niño fue testigo de muchas declaraciones de homicidas, ladrones y delincuentes en general?
-El pueblo donde yo vivía era cabecera de distrito y ahí estaban desde el juez de paz hasta el juez civil y penal, que eran mis abuelos, por cierto, paterno y materno. Mi papá fue ministerio público durante 30 años, habilitado porque en la sierra no había abogados, y mi madre trabajaba en las tres oficinas como secretaria. El pueblo se llenaba de todos los acusados, como no había cárceles, ni hoteles, pues se tenían que hospedar en las casas de los funcionarios, es decir, en las huertas de mi casa o de mis abuelos.
?Había habitaciones para los detenidos: adúlteras, ladrones de ganados o asesinos, incluso en el pueblo hay una Ley seca que data de los años 20 porque había mucha violencia, no había bailes sin muerto, entonces a mí me tocaba, como buen niño, llevarles agua y comida, las cobijas, las velas o las lámparas de petróleo, y en las mañas el café, y al salir de la escuela, como mi mamá nunca estuvo en la casa, teníamos que verla en el juzgado, en el ministerio público, entonces no sólo escuchaba todo tipo de declaraciones, aprendí a escribir en máquina antes de empezar la escritura con lápiz. La libertad de estos hombres y mujeres dependían de mi abuelo o de mi papá.
Eran como Dios: daban la libertad o el perdón o condenaban a situaciones especiales, por ejemplo, si un hombre se robaba a la novia, eso se arreglaba con dos vacas, 20 chivas o tres cargas de maíz, y el suegro quedaba muy contento. La justicia era humana y se atenuaba cuando había causas justificadas de por qué un asesinato o el hambre para robar. Mi mamá era muy justa.
-¿Esa experiencia fue definitiva para su obra como dramaturgo?
-Creo que no sería dramaturgo sino hubiera estudiado en aquella primaria, y sino me hubiera hecho experto en escuchar a las lavanderas en el río, sus historias conyugales; a los arrieros que venían de otros estados, a los braceros de entonces que nos contaban de mundos lejanos. También escuchaba el radio, todas las radionovelas de Cuba, antes de 1959, luego las de la W. Cuando escuché la pelea del ?Ratón? Macías con el ?Pájarito? Moreno, desde Nueva York, le pregunté a mi abuelo que cómo era eso de una pelea y él, que tampoco lo sabía, me dijo: ?Es un pájaro que está peleando con ratón, deben de estar en una jaula y la gente está apostando?, yo lo creí porque seguro mi abuelo también lo creyó. Descubrí la televisión, los coches y los baños hasta que llegué a Chihuahua, el mío fue un pueblo que me marca profundamente, me hizo un lector gozoso, no por decreto. Con esa infancia sólo podía ser dramaturgo, no torero, ni político, ni cantante, aunque sí me hice abogado.
-¿Diría que su peor vicio ha sido el trabajo?
-Decir que sí y cumplir, soy un hombre fácil, a todo digo que sí, aunque me llene de hijos, como dice el dicho. Siempre me comprometo y nunca tengo tiempo para mí. Es un grave problema, siempre le digo a mis amigos que soy un fraude, un escritor falso, virtual, porque en realidad le he dedicado muy poco tiempo a la escritura, salvo el año y medio que estuve en el hospital, que ahí sí era como un preso y no tenía más que escribir. El trabajo se ha llevado mis horas de sueño, de descanso, de amor, por eso prometí que si me salvaba me convertiría en escritor de tiempo completo y no lo he cumplido todavía, aunque ya tengo una casa en Tepoztlán con un jardín para hacerles carnes asadas a mis amigos, conversar con ellos toda la noche, algo pasa ahí que las almas se comunican muy fácilmente. Siempre me he preocupado por el deber ser, no por el ser.
Nadie lo sabe, pero Víctor Hugo Rascón Banda se hizo abogado para crearse un blindaje jurídico, y parecer un hombre frío distante, y poder sobrevivir en este mundo material y caníbal, pero por dentro es tímido, no le gusta celebrar su cumpleaños ni las multitudes.
No le gusta tampoco enfrentar la edad, ni a la muerte, ni verse en los espejos, ni en los aparadores, ?mucho menos en el espejo del río?.
Señas particulares
Víctor Hugo Rascón Banda nació en 1948 en Uruáchic, Chihuahua.
-Es maestro normalista, maestro de lengua y literatura española, abogado y alto ejecutivo en el sistema bancario.
-Desde Banca Cremi presenció la nacionalización de la banca, su privatización y luego su fusión con bancos extranjeros.
-Expió sus culpas por haber estado en la banca cuando escribió Ejecutivos.
-Lleva más de 27 años haciendo teatro y cada año se retira.
-Como presidente de la Sociedad General de Escritores de México y presidente de la Unión Nacional de Sociedades Autorales, ha defendido varias causas del derecho de autor e iniciativas culturales en las Cámaras de Senadores y Diputados.
FUENTE: El Universal
Su obra
Víctor Hugo Rascón Banda es autor de...
Como Guionista de Cine:
-Días Difíciles.
-Playa Azul.
-Morir en el Golfo.
-Jóvenes Delincuentes.
Como narrador:
-Contrabando.
-Volver a Santa Rosa.
FUENTE: El Universal