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De copa en copa

SILVIA OJANGUREN

El mal no respeta fronteras sociales ni sexo.

Existen personas que no acepta que el alcoholismo es una enfermedad, comenzando por los adictos que rechazan que son víctimas de un mal que puede costarles la vida. El problema tiene hondas raíces sociales y golpea severamente a los integrantes de comunidades indígenas y campesinas, que carecen de educación para hacer frente a ese letal vicio.

En todas las capas de la sociedad se produce este nocivo fenómeno que alcanza a hombres y mujeres, y que es una amenaza muy alta entre los jóvenes, quienes muchas veces toman sus primeras bebidas embriagantes sin tener en cuenta que para muchos se trata de un paso a un oscuro laberinto de dependencia.

Ignorancia y juventud

Esto es tan grave en México, que de acuerdo con cálculos de especialistas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), los indígenas y campesinos que se encuentra en el rango de personas alcohólicas comenzaron a beber, de una y otra manera, desde los 10 años, en promedio. Pero ese fue sólo el principio, pues pronto cayeron en la trampa y empezaron a abusar del licor y otras bebidas a los 15 años.

Entre la marginación y la tentación, el resultado es que desde muy temprana edad los jóvenes indígenas manifiestan estragos en su salud, y su dependencia afecta a la familia y a su economía. Un delicado problema ante el cual el Programa IMSS- Oportunidades desarrolla acciones preventivas a través de sus

Centros de Atención Rural al Adolescente (Caras), en los cuales brinda información, así como estímulos educativos con el fin de crear conciencia sobre el peligro que representa el alcoholismo, que afecta a cerca de 500 mil jóvenes en zonas rurales.

Detonante

Las repercusiones del alcoholismo rural son principalmente en la salud: hepatitis, enfermedades del corazón, sicosis y neurosis; en lo social: la violencia intrafamiliar; y en las económicas, al invertir en el consumo del alcohol y dejar de

cumplir con sus obligaciones familiares y laborales, lo que también provoca desintegración familiar.

El doctor Juan Carlos Ledesma Vázquez, jefe de departamento de Salud Reproductiva y Capacitación del Programa IMSS- Oportunidades, advierte que en las comunidades indígenas y campesinas el abuso del alcohol es un detonante de otros males. Está directamente relacionado con 76% de los casos de violencia intrafamiliar, tanto de tipo verbal como físico y sexual, comenta.

Afirma que de los 10 millones y medio de indígenas y campesinos que atiende el Programa IMSS-Oportunidades, dos millones 200 mil son adolescentes, de los cuales seis de cada 10 acuden a estos centros de atención, donde reciben información y educación sobre temas que les permitan modificar sus actitudes y prácticas de riesgo, en este caso de alcoholismo.

Se trata de un mal que no respeta fronteras sociales ni sexo.

Pero es cierto que el alcoholismo es más frecuente entre los hombres y que se observa un alto crecimiento entre las mujeres jóvenes, pues en las dos ultimas décadas ha empezado a elevarse en proporción de seis a una, cuando hace 20 años era de 50 por una mujer; esto se ha relacionado al cambio de patrones culturales, de la migración y la difusión de los medios de comunicación, apunta.

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