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De coyunturas y reuma.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Por muchas razones se cae en la conclusión de que Oaxaca es víctima inocente de una añeja disputa por el control del Partido Revolucionario Institucional, generada en un mediato ayer por varios políticos que si están ahora en edad más que madura, en los años sesenta y setenta participaban en dos que tres grupos juveniles urgidos de desempeño político y por lo mismo ansiosos de sustituir a los “vetarros” líderes post revolucionarios; sin embargo, aquellos jóvenes estaban contenidos —frenados sería más propio escribir— por el mismo gran poder que anhelaban personalizar: el autoritarismo presidencial a que estuvimos sometidos todos los mexicanos.

En aquellos tiempos Roberto Madrazo, Jorge Murat, Rodolfo Echeverría, Fausto Zapata, Héctor Hugo Olivares y algunos otros eran dirigentes del sector juvenil del PRI, siempre unidos y siempre en conflicto, pero con presencia alternativa en dicho cargo, desde el cual pudieron conocer la entraña del monstruo político, estudiar su fisiología y saludar con encomio cualquier de sus decisiones. Era consentir, a querer y sin ganas, las prédicas sobre la unidad y la disciplina del PRI; por ello fue que, impotentes para enfocar una lucha abierta por el control del partido y luego del Estado mexicano, canalizaron su incontenible vocación por la única vía “blindada”: callar, obedecer y esperar.

Pero estos muchachos, y otros como ellos, crecieron al tiempo en que la sociedad empezaba a cambiar. A los grupos de inquietos / disciplinados, los sorprendió el dos de octubre de 1968 adheridos a la ubre del PRI en cargos burocráticos. O reelectos –un período sí, otro no— en senadurías y diputaciones, delegados políticos en el DF. O quizá estarían ocupando cargos, subsecretarías y direcciones en el mismo partido. Entonces optaron por guardar su inquietud juvenil en el guardarropa, dar un tirón a los años y convertirse en adultos formales, adustos e institucionales, sujetos a los jerarcas, atenidos a su voz de mando y panegiristas de sus peores decisiones. De otro modo su destino podría haber sido igual al de los estudiantes sacrificados o presos en los sucesos de Tlaltelolco.

Más tarde crecieron en edad y en posiciones políticas: los más adelantados devinieron gobernadores de Oaxaca y Tabasco, respectivamente José Murat Casab y Roberto Madrazo Pintado, quienes luego apadrinaron al actual mandatario de la vieja Antequera, Ulises Ruiz Ortiz –hoy en colisión con miles de ciudadanos oaxaqueños— y el todavía gobernador de Tabasco, Manuel Andrade Díaz, también en trance de entregar el poder. El esquema trazado por el madracismo desde hace quince años incluía ganar dos veces dos gubernaturas y después dejar en ambas a sus amigos e incondicionales para posteriormente alcanzar, con recursos y apoyos, la Presidencia de la República.

Otros personajes concurren en la tragedia de Oaxaca: Manuel Camacho Solís y Andrés Manuel López Obrador. Ambos involucrados, a favor o en contra, con Roberto Madrazo Pintado. Camacho Solís, predilecto del salinismo, le ayudaría a obtener algunas de las importantes posiciones políticas previas a la de gobernador de Tabasco; pero más tarde, en los álgidos días de la designación de Luis Donaldo Colosio como candidato del PRI, ¿cuáles fueron sus relaciones, ya destapado el “oportuno” movimiento zapatista, ya perdida la relación con el presidente Salinas, ya muerto Colosio, ya candidato Zedillo, ya abiertas las puertas de la Oposición perredista como vía de acceso al poder público?

Entre López Obrador y Madrazo, ya lo sabemos, hay un recíproco y profundo conocimiento y resentimiento personal. Odio sinalagmático con suficientes razones, motivos y pretextos para mantenerlos vivos y alertas; El Peje quizá piense ahora lo que los árabes: “Espera a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo” y Madrazo triste, apático desilusionado por la derrota electoral estará igualmente poseído por una fatal e irremediable inquina.

¿Qué tanto inciden estos ingredientes en el problema de Oaxaca? ¿Quién podría asegurar que no existe interconexión entre la Sección 22 del SNTE y la persistente APPO y las obsesiones de AMLO contra el IFE, el Trife, y demás instrumentos del sistema político mexicano por el hecho de haber legitimado el triunfo electoral de Felipe Calderón Hinojosa? ¿No habrá, como ya sugerimos en anterior columna, una segunda confluencia de políticos opositores cobijados por la izquierda para crear, a 13 años de la aparición del fracasado neozapatismo, otro amago revolucionario desde el Sur de la República?..

Que permanezcan vivos los problemas de Oaxaca; que los profesores y los appistas se nieguen a las soluciones propuestas por el Gobierno; que Ulises Ruiz se mantenga en el Gobierno del Estado contra todo sentido común; que el perredismo se agazape y espere los resultados de la elección de un nuevo gobernante en Tabasco para repetir el esquema de inconformidad a ultranza patentado por Andrés Manuel López Obrador... ¿no parece ser una fila de botellones de gasolina prestos a encender la hoguera de un futuro conflicto nacional que estorbe la asunción al poder de Felipe Calderón Hinojosa?...

Por mi parte espero que estas especulaciones sólo sean parte de mi ya reconocida paranoia. La verdad es que las coyunturas políticas del país siempre agudizan la artralgia de mis propias coyunturas... es decir que me pega la reuma...

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