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De incompetentes y traidores... ¡líbranos!/Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Apareció en un periódico del Distrito Federal una fotografía de Felipe Calderón Hinojosa, presidente electo de México, que refleja a primera vista su actual estado de ánimo. Quizá sea coincidencia, pero la gráfica muestra al virtual presidente enjugando el sudor de su rostro. Cabizbajo aplica un pañuelo blanco a la mitad de su faz. No era para menos: el futuro mandatario convivía con miembros de la organización “México unido contra la delincuencia” en un evento sobre la inseguridad que padece la República y en forma especial el Distrito Federal.

La inseguridad no es, ni será el único grave problema que tendrá que resolver el nuevo Gobierno mexicano a partir del primer día de diciembre de este año. Muchos otros aguardan turno en una agenda compleja y diversificada, ya que si algo va a heredarle el presidente Fox es precisamente una colección de asuntos sin resolver, entre los cuales contamos la política interna, la inseguridad, la desigualdad económica y el desempleo; conflictos que Calderón Hinojosa no podrá evadir de diciembre en adelante. Cualquiera es para que sude y trasude a toda hora.

Ha quedado muy lejos, por otra parte, aquella peregrina idea de las soluciones humanas providenciales que los priistas esgrimían ante la visible ausencia de capacidad de los previsibles candidatos de nuestro partido para afrontar los problemas del país. Lo cierto era que, al final, se imponía otra realidad; la que hizo popular un acreditado principio de Administración, tan aplicable al sector privado como al público: cualquier ejecutivo exitoso llega, tarde o temprano, a su nivel de incompetencia”. Es decir, no dará para más...

Los presidentes de la República han tenido que enfrentar en su momento el drama de su propia incompetencia para el quehacer público, a pesar de la relativa popularidad con que los mandatarios mexicanos pudieron ejercer el poder público. Lázaro Cárdenas sabía, por haber sido jefe militar en la zona petrolífera, el inicuo apropiamiento de recursos que practicaban las empresas extranjeras; sin embargo, aguantó vara y decretó la expropiación de los medios de explotación de las compañías sólo cuando pudo ser exitosa. Por ello pasaría a la historia, mas no obstante sobre su obra política pesará siempre la creación del autoritarismo presidencial como absoluta negación de la democracia.

Miguel Alemán entregó el país al capitalismo rampante con deterioro de la economía de las clases populares. Descuidó las ávidas manos de sus principales colaboradores quienes se llenaron con dinero la tripa de los malos años; resultó autoritario, avasalló la soberanía de las entidades federativas y manejó al Congreso de la Unión para favorecer los intereses de sus apaniguados. Finalmente cometió el error de querer heredar la Presidencia a su primo hermano, Casas Alemán. No pudo, pues quien manejaba la política y lo hacía con sagacidad, era su secretario de Gobernación, don Adolfo Ruiz Cortines, quien devino candidato y propuso ante el pueblo la creación de un Gobierno austero, honrado y respetuoso. Es decir, Alemán cayó en su propia incompetencia.

Adolfo López Mateos llegó la Presidencia por la dicha sagacidad de su protector el presidente Ruiz Cortines. Abusó del poder, contra su innegable carisma y cometió crímenes dizque de Estado contra líderes populares como Rubén Jaramillo, lo cual registró la historia. A quien lo sucedió, Gustavo Díaz Ordaz, se le acusa todavía de ser el homicida más grande del siglo XX. Igual que López Mateos y Ruiz Cortines manejó bien la Administración pública, la hacienda y las finanzas pero -siempre lo dijo- su propio secretario de Gobernación, Luis Echeverría, lo hizo caer en la trampa del dos de octubre de 1968. Su nivel de incompetencia radicó en su ausencia de malicia para prevenir y evitar el drama de Tlatelolco que siempre ha pesado y pesará sobre su memoria.

Echeverría y López Portillo resultaron incompetentes por ambición de dinero y de poder; a De la Madrid lo perdió su falta de carácter para contener la codicia de los grandes capitales y de los políticos corruptos; Salinas y Zedillo cayeron en incompetencia por el pecado de sumisión a los intereses políticos y financieros extranjeros y mexicanos. Fox se cocina aparte, su incompetencia llegó por el lado de la torpeza, la falta de agudeza, el exceso de soberbia y otros pecados que gravitan en su católica conciencia.

No cabe duda que Felipe Calderón Hinojosa va a gobernar a México. No sabemos qué tan bien podrá hacerlo. Lo presentimos, hasta ahora, con cierta falta de carácter, protagonista del mismo ciego optimismo que perdió a su antecesor, el presidente Fox. Y como busca gobernar aglutinando a las Fuerzas políticas en su torno quisiéramos prevenirlo contra la traición; en él podría repetirse el viejo cuento antaño narrado por Ernesto Julio Teissier sobre el ingenuo sapo que cruzaba el río tumultuoso con un maligno escorpión a cuestas que le había jurado respetar su vida si lo cruzaba al otro lado del río. Cuando finalmente el escorpiónido tuvo tierra a la vista, hincó sus pinzas en el cuerpo del sapo que, agonizante, le reclamó: ¡Mentiroso! ¡Juraste respetar mi vida!... y el alacrán contestó: “Has de dispensar, hermano, pero la traición y el crimen están en mi naturaleza... no lo puedo evitar”.

Esta clase de incompetencia política ha dejado inscritos varios precedentes en la historia mexicana: Madero y Huerta, Carranza y Obregón; Obregón y Calles; Colosio y... La verdad, sin querer ser agorero ni mala sombra, Felipe Calderón debería de cuidar sus alianzas. “Los traidores suelen quebrar las treguas”, afirmaba el P. Cristóbal de Fonseca.

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