Como contagioso virus, el mal carácter está por todas partes.
Cada vez es mayor el número de personas, que tensionadas por mil motivos no ocultan su mal carácter.
Escribimos esto, alarmados por lo que vivimos esta semana.
Cerca de las ocho de la mañana, de uno de estos días, se nos ocurrió transitar por nuestras calles.
Encontramos, no a una sino a varias personas detrás del volante, exigiendo libertad de vía para desplazarse, seguramente apremiados por el retraso con el que llevaban a sus hijos al colegio.
El colmo fue una jovencita, que también detrás del volante exigía nos hiciéramos a un lado pues también llevaba prisa.
Íbamos por zona escolar y los reglamentos no nos permitían movernos rápidamente, pero la joven enojada sonaba el claxon de su vehículo y pedía vía libre.
El mal carácter ocasiona serios problemas a la salud.
Está comprobado que un coraje aumenta el ritmo cardiaco y puede llevar a una descompensación.
Los que por todo se presionan y se enojan, son mejores candidatos a ingresar a los hospitales que los que toman las cosas con más calma y ecuanimidad.
Preocupa que en algunos puestos de atención al público haya personas de mal carácter que tratan mal a clientes o usuarios.
El mostrar mal carácter es también un mecanismo de defensa que usan los flojos y los incapaces de ser buenos servidores.
En cambio, las personas amables, que saben escuchar y atender bien, merecen un lugar especial en esta vida y sobre todo dentro de las empresas o instituciones en las que laboran.
