Cinco de la tarde.
Atardecer provinciano con olor a azahares.
De la vieja torre la vieja campana lanza sus repiques invitando a la oración.
Y es la hora en que la banda, colocada en el remozado kiosco empieza su semanal audición con un paso doble en el que dos trompetas destacan con sus notas, como en competencia.
Y otra vez la nieve de Chepo vuelve a tener demanda así como los elotes de Rosy que en pleno marzo hacen su agosto.
Y en Ciudad Lerdo nos encontramos caras conocidas, unas son de Torreón, otras de Gómez y todos vamos a lo mismo, un poco de tranquilidad, buen clima y seguridad para nuestros niños que corren por todas partes ante la mirada paciente del mismo agente de tránsito, que no sólo vigila el transitar de los vehículos sino también la inquietud de los pequeños que con su imprudencia pasan la calle.
Nada como Lerdo.
¿Cuántos años de ser nuestro paseo frecuente?
Muchos no esperamos el domingo o el día festivo para estar ahí donde siempre nos encontramos la amistad de don Benigno Reyes o Gustavo de Villa y Carlos Ortiz entre otros tantos.
Y la banda ejecuta dos o tres melodías y descansa.
Toca de todo, va del vals a la inspiración de Chopin o Johan Strauss, y los niños se alborotan y bailan por los pasillos cuando surgen las notas de La Camisa Negra de Juanes.
De niños fuimos por primera vez a Ciudad Lerdo en tranvía e hicimos la entrada al lugar por un lado de las huertas que desaparecieron junto al Parque Victoria, pero siguen ahí los centenarios árboles que hoy, nuevamente bien cuidados, vuelven a ofrecernos su sombra y su frescura.
Y mientras escuchamos las notas de la banda, uno de nuestros familiares pregunta por la banda que ofrecía audiciones en la Plaza de Torreón. ¿Qué se haría? ¿Cuándo volveremos a escucharla? Preguntas para las que no tenemos contestación pero que quizá Gaby Nava o alguien de la reformada organización cultural torreonense nos pueda contestar.