Está por cumplir sus primeros cien años y tiene tantos avances, pero le faltan tantas cosas.
Como casi toda la vida hemos trabajado aquí, en el centro de esta famosa Perla de La Laguna, la hemos visto crecer y desmoronarse.
Cerca de donde estamos abundan los locales comerciales abandonados y sólo nos quedan recuerdos de todo lo que ahí existió, incluso con amigos trabajando que de pronto entraron en el numeroso grupo de los desempleados.
Torreón tiene un llamado centro histórico que muchas veces se ha intentado rescatar, embellecer, y volverlo útil. Todo se ha estrellado en la indiferencia.
Y muchos preguntan ¿Para qué quieren un centro restaurado? ¿Cuáles serán sus atractivos? ¿A quiénes les interesará acudir ahí con frecuencia?
Y es que desde el principio, Torreón fue mal planeado. Es cierto, el trazo de sus calles y avenidas se hizo amplio y funcional, pero todo crecía con desorden, sin un plano regulador que mirara hacia el futuro.
Luego vinieron los tiempos malos y en el centro empezaron a cerrarse negocios quejándose los compradores de que no había estacionamientos disponibles para una cantidad de vehículos que crecía y crecía.
Hoy, esa mala planeación nos habla de embotellamientos, ya no sólo en el sector Alianza donde los trenes de carga, se mueven a su antojo en el horario menos apropiado, lo que se extiende a la entrada de Gómez Palacio, pasando el puente del Nazas.
En su tiempo no se construyeron pasos a desnivel para dar fluidez al tránsito de vehículos y hoy resulta vergonzoso vivir con estas contrariedades sin que nadie resuelva.
A Torreón le faltan muchas cosas, sobre todo gente interesada en rescatarlo, embellecerlo y devolvérselo a sus habitantes con una mejor cara.