Estos tiempos en los que vivimos nos llevan, como decía abuelita, a la carrera.
Nos hemos metido en la vorágine acelerada que no deja lugar para las pausas.
Y uno tiene que tratar de aplicar el freno antes de que sea tarde.
Todo está muy acelerado, muy revolucionado.
Apenas amanece y ya se hizo tarde y no alcanza el tiempo para nada.
Pero debemos bajarle al acelerador para organizarnos mejor, y atender lo más importante.
Y lo más valioso está cerca de nosotros, donde hay seres a los que no hemos dado la atención y el cuidado que merecen.
Se nos van los días en cuetes y bolas de hilo, que es una forma de decir, en cosas que no son valiosas.
Buscamos las excusas en nuestros compromisos y nos olvidamos de los que siempre nos esperan.
Cuando vivía mamá, una noche nos pidió que nos quedáramos más tiempo en su habitación para platicar de tantas cosas que tenían interés para ambos, y ella, con esa sabiduría que siempre quisimos nos heredara nos dijo: ?Mira hijo, cada vez nos vemos menos por tus ocupaciones y cada vez te extraño más. Quédate un poco más a mi lado porque quizá un día ya no esté aquí y tengo muchas cosas qué decirte, qué recomendarte?.
Con estas prisas de hoy ya no estamos con el familiar que nos requiere porque tiene necesidad de que lo escuchemos.
Ya no visitamos al amigo que está enfermo.
Ya no jugamos con los niños que tenemos en la familia y que tanto disfrutan nuestra compañía y la forma como les pasamos la pelota para que nos la devuelvan.
Ya no tenemos tiempo de escribir una carta al ser querido.
Ya ni siquiera tomamos el teléfono para hablarle al pariente o al amigo que se sentiría feliz de escucharnos.
Es más, ni siquiera tenemos tiempo para atendernos y hacernos ese chequeo médico que ya requerimos.
Vamos tan aprisa como los mismos tiempos que vivimos.
Hagamos una pausa, esta semana, antes de que sea tarde, démonos tiempo para muchas cosas importantes en nuestra vida, como estar un poco más al lado de los que amamos, y tengamos la capacidad de decirles... que los queremos.