En la mismísima noche de sus bodas el novio supo que su mujercita no era lo que él había pensado, y que las cosas no iban a ir bien en su matrimonio. Sucedió que al terminar el primer trance de amor, y luego de descansar un rato, le preguntó el recién casado a su flamante esposa: "¿Lo hacemos otra vez, mi vida?". Ella le contestó: "Está bien. Pero antes págame el primero"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, sufrió un asalto en la vía pública. Le dice el joven y musculoso atracador: "Deme su bolso". Solicia se lo entrega. "Deme su reloj". Ella se lo pasa sin chistar. El asaltante ve que Solicia traía celular y le pide: "Deme su teléfono". Responde la señorita Sinpitier con un mohín de coquetería: "Es el 008-953-221. Siempre estoy por las tardes"... El vigía del barco grita desde la cofa: "¡Velero pirata a la vista!". El almirante de la nave de Su Majestad ordena con perentoria voz: "¡Tomen sus armas! ¡Apronten los cañones! ¡Preparen los garfios de abordaje! ¡Vamos a acabar con esos miserables!". Se vuelve luego a su asistente y le pide: "Tráigame mi pantalón rojo de combate". El grumete va por la prenda, y el almirante se pone el pantalón a toda prisa. "Perdone, señor -pregunta el joven marinero-. ¿Por qué se pone usted un pantalón rojo para combatir?". "Muchacho -responde con gravedad el viejo lobo de mar-. Si en la refriega sufro alguna herida el color de mi sangre se confundirá con el del pantalón. Así mis hombres no se desanimarán al saber que su jefe ha sido herido, y el enemigo no se alegrará". En eso el vigía grita desde arriba: "¡Cincuenta veleros piratas a la vista!". "Demonios -masculla el almirante-. Grumete: tráigame ahora el pantalón café"... Un solo botón abrochaba la blusa de Chicholina Tetonga, secretaria de busto tan prominente que su dueña no podía ver el teclado de la computadora. Uno de sus compañeros de oficina mira el botón de la blusa con mirada compasiva y exclama con tono de piedad: "¡Pobrecito! ¡Él solo para tamañas responsabilidades!". (Un día Chicholina traía la blusa desabrochada. Llegó un señor y le preguntó: "¿Está su jefe, señorita?". "¡Claro que está! -replica airada Chicholina-. ¿Usted cree que siempre traigo así la blusa?")... El nuevo director del manicomio tomó posesión de su cargo. Le dice el que entregaba el puesto: "Una cosa le recomiendo, colega. Aquí hay un loco que se cree perro. Manténgalo vigilado, pues siempre tiene problemas con aquel otro que se cree árbol"... Clamaba muy enojado un comerciante: "¡Ya no hay moral en estos tiempos! ¡La decencia ha dejado de existir! ¡Ayer alguien me pagó una mercancía con un billete falso de 500 pesos!". Le pide alguien: "Déjame verlo". "Ya no lo tengo -responde el comerciante-. Esta mañana me deshice de él en el supermercado"... Pepito terminó de rezar sus oraciones. Su mamá, severa, le pregunta: "¿Le contaste a Diosito lo mal que te portaste hoy?". Responde el chiquillo: "No. ¿Para qué preocuparlo?"... El padre Arsilio era capellán del convento de monjas. Un día llega a su casa un tipo y le pregunta: "Disculpe, padre: las monjitas ¿fuman?". "No -responde el sacerdote-. No fuman". Le dice el individuo: "Entonces se está quemando el convento"... Viene ahora un cuentecillo que no debería aparecer este día, pero se coló aquí por equivocación. Las personas pudibundas harán bien en suspender aquí mismo la lectura... Un argentino llegó con el urólogo y le dijo: "Doctor, quiero que vea mi ésta". El médico examina con cuidado la aludida parte y luego dice: "No advierto nada malo". "Ya lo sé, che pibe -replica muy orgulloso el argentino-. Pero quería que la vieras porque ¿a poco no es una preciosidad?"... FIN.