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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Muchos suscritos que abajo firman me reclamaron en forma airada el hecho de que ayer no di curso a cuentos de humor lene o chascarrillos picantes, pues ocupé todo este espacio con meras cuestiones de política. Les ruego no olvidar que me he impuesto la modesta misión de orientar a la República, la cual necesita de vez en cuando moniciones que la lleven por buen camino y la aparten de los despeñaderos que a toda república amenazan. Retomo hoy, sin embargo, la senda del humor, sin mengua de alguna reflexión sobre la actualidad... Capronio, sujeto ruin, egoísta y abusivo, vivía con su pobre mujer, Sufricia, en una comarca donde el invierno congelaba el lago a cuya orilla tenían su casa los esposos. Una mañana de las más crudas de la gélida estación a Capronio se le acabaron los cigarros. Le ordenó a Sufricia: "Ve caminando a través del lago congelado a la tienda que está del otro lado, y cómprame dos cajetillas de cigarros". "Está bien -responde Sufricia con voz mansa-. Dame dinero". "No -contesta el tal Capronio-. Dile al de la tienda que cargue los cigarros a mi cuenta. A lo mejor la capa de hielo está delgada, y no puedo exponerme a que el dinero se pierda"... Don Poseidón, granjero acomodado, tenía un caporal llamado Trasgo, hombre de voraz apetito pantagruélico. Una vez don Poseidón, que conocía la voracidad de su empleado, apostó a que Trasgo era capaz de comerse una becerra entera. Sus amigos aceptaron la apuesta. Don Poseidón le dijo a Trasgo que se preparara, pues al día siguiente le servirían una becerra en la comida. Le presentaron, en efecto, molida, toda la carne de la becerra, y Trasgo empezó a comerla en forma de hamburguesas, con todo el acompañamiento de lechuga, tomate, queso y lo demás que una hamburguesa lleva. Un centenar, dos centenares de hamburguesas despachó Trasgo como si nada. Le quedaban únicamente dos para acabar, pero en ese punto retiró el plato y dijo que no podía comer más. "¡Pero, Trasgo! -clama don Poseidón, desesperado ante la perspectiva de perder la apuesta-. ¡Ya nada más te faltan dos hamburguesas!". "Sí jefe -dice Trasgo-. Pero todavía tengo que comerme la becerra"... La mejor participación que el Presidente Fox puede tener en el proceso para elegir a su sucesor es no tener en ese proceso ninguna participación. La tentación de influir en él será muy grande, sobre todo en vista del eventual triunfo de López Obrador, con quien Fox nunca ha llevado buena relación y a quien puede mirar como amenaza futura para su tranquilidad y la de su nueva familia. Pero por ley, y por el bien de la nación, Fox debe resistir cualquier impulso que lo lleve a tener injerencia directa o indirecta con un proceso que sólo a los ciudadanos corresponde decidir. Las cartas están ya sobre la mesa. A Fox le corresponde sólo observar ese proceso, mantenerse estrictamente dentro del límite de sus atribuciones y no hacer nada que estorbe la manifestación de la voluntad de los electores o influya indebidamente sobre ellos... Aquel individuo que se ostentaba como inventor fue a pedir un préstamo en el banco, "Necesito el dinero -explicó- porque he inventado un polvo negro que, rociado sobre la piel de una mujer, le da sabor a durazno". "Ese invento es absurdo -le dice el gerente del banco-, y seguramente fracasará. No puedo prestarle el dinero". Pasó un año, y un día el inventor llegó otra vez al banco. Llevaba una carretilla llena de fajos de billetes. "¡Caramba, amigo! -se asombra el gerente-. ¡Veo que su polvo negro lo hizo rico!". "No -dice el sujeto-. El polvo negro fracasó como usted dijo. Esta fortuna la hice con un polvo blanco que inventé". "¿Ah sí? -se interesa el banquero-. Y ¿cómo funciona ese polvo blanco?". Responde el inventor: "Consígame un durazno para demostrárselo"... (No le entendí)... FIN.

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