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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Las cucarachitas estaban jugando futbol americano en la cocina de un restorán. Usaban como campo de juego un platón de buen tamaño. Termina el juego y la cucarachita que hacía de coach llama a sus jugadores a la orilla del platón. Les dice: "La próxima semana tenemos que jugar mejor". "¿Por qué?" -pregunta una de las cucarachitas. Responde el coach: "Porque vamos a jugar en el tazón"... El médico recibió una llamada. "¡Doctor! -clama un hombre con tono urgido-. ¡Mi suegra acaba de tener un encuentro con un tiburón! ¡Venga por favor! ¡Sufrió heridas graves!". Responde el facultativo: "Me temo que se equivocó, señor. Yo soy veterinario". "¡Precisamente, doctor! -replica el individuo-. ¡El tiburón sufrió heridas graves!"... Birjano Fieltroverde era un tahúr irredento. Jugaba siempre, y perdía siempre, pues tal es el inexorable sino de los jugadores. Arruinarse por una mujer tiene algo de hidalguía señoril, y además hay goce en el camino hacia la ruina, pero perder dinero por causa del juego, vicio tan silencioso y sórdido lo mismo en Montecarlo que en las maquinitas, es cosa tonta y aburrida. Pero ésta es una digresión moral que no cuadra a la ligereza del relato. Lo continúo. Enfermó la desdichada esposa de Birjano, y acudió el jugador con un amigo. Casi ninguno le quedaba ya, pues quien apuesta suele pedir dinero a otros, y pierde pronto el dinero y el amigo. Pero ésta es una digresión moral que no cuadra a la ligereza del relato. Lo continúo. Le dice Birjano a su amigo: "¡Préstame por favor 5 mil pesos! ¡Mi esposa está en el hospital, y no tengo dinero para pagar la cuenta!". Respondió el amigo: "Perdona, pero no puedo prestarte ese dinero". Justa contestación, y razonable, pues quien presta dinero a un jugador fomenta su nefasto vicio y lo acerca aún más al despeñadero de su perdición. Pero ésta es una digresión moral que no cuadra a la ligereza del relato. Lo continúo. "¿Por qué no me prestas el dinero? -se angustia Birjano. Responde con paladina franqueza el amigo: "Si te lo presto lo vas a jugar, en vez de pagar con él la cuenta del hospital". "¡Te juro que no! -protesta Birjano-. ¡Para jugar sí tengo dinero!"... La nieta de don Añilo, anciano señor con poco roce social, le dijo un día: "Estoy orgullosa de ti, abuelo. Veo que últimamente has adquirido buenas maneras. Cuando estornudas te tapas la boca con la mano". "Hijita -suspira el valetudinario-, es la única manera que tengo de cachar la dentadura postiza que me acaban de poner"... El padre Arsilio y su amigo el rabino Poopik estaban charlando. Comenta con disgusto el sacerdote: "Jamás dejaré de asombrarme de la naturaleza humana. ¡Una mujer me pidió que la casara con su perro danés!". Pregunta calmosamente el rabino: "¿Era la señora Farshtunkeneh?". "¡En efecto! -se asombra el padre Arsilio-. ¿Cómo supiste que era ella?". Contesta el rabino Poopik con naturalidad: "Siempre le han gustado los extranjeros"... Llorosa y compungida Dulcilí le dice a su papá: "¿Recuerdas, papi, las veces que me has dicho que el honor de nuestra familia ha pasado de generación en generación?". "Sí lo recuerdo" -contesta solemnemente el genitor. Dulcilí rompe en llanto: "¡Pues en esta generación se interrumpió el paso! ¡Anoche se me cayó a mí!"... Dos fabricantes de ropa se encuentran en el bar. Dice uno: "Tuve un día terrible. Después de un viaje llegué a mi oficina y sorprendí a mi hijo haciendo el amor con mi mejor modelo". Dice el otro: "Eso no es nada. Yo tuve un día aún más terrible. Después de un viaje llegué a mi oficina y sorprendí a mi hijo haciendo el amor con mi mejor modelo". Pregunta el primero: "¿Y por qué dices que tu día fue más terrible que el mío? Los dos casos son iguales". "Sí -replica sombríamente el otro-. Pero yo fabrico ropa de hombre"... FIN.

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