Llegó el temido día. Hoy aparece aquí el execrable cuento que anuncié ayer, tan vitando que ni siquiera tiene nombre, motivo por el cual se llama: Cuento sin Nombre. (El Innombrable, pues, como dicen por ahí). Me resistí con todas las potencias del alma -memoria, entendimiento y voluntad- a publicar el dicho cuento, pero me faltaron las del cuerpo, que a veces pueden más, y hube de plegarme a las exigencias del mercado, que cuando es libre es muy exigente. El tal relato, lo digo desde ahora, excede todos los límites de la moral y la razón, y viola palmariamente las reglas de la urbanidad y los deberes de la buena educación. No sé si atente también contra las prescripciones del Código Civil, Código Penal, códigos de Procedimientos Civiles y Penales y Reglamento de Tránsito en vigor. Lo que sí sé es que la salida a la luz de esa vitanda narración contribuirá en forma sensible a la decadencia de Occidente, anunciada ya desde hace varios siglos y todavía en proceso de consumación. Lean mis cuatro lectores, al final de esta columnejilla, el Cuento sin Nombre, y aténganse a las consecuencias... Un artista de la música popular, Gustavo Ángel, vocalista del grupo Los Temerarios, presentó una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos de Nuevo León. Se queja -¡en estos tiempos y en este país!- de discriminación. Sucede que hace dos años inició la cons-trucción de su casa en la Colonia San Ángel, de San Pedro, sector habitadoor gente de buena posición económica y social. La autoridad municipal otorgó los permisos corres-pondientes, pero poco después los revocó, y se pusieron signos de clausura en el terreno y la obra. Nadie ha dado al cantante una explicación plausible de esa medida, que él atribuye a discriminación, por ser "grupero". Al parecer una vecina, o algunos vecinos, objetan la presencia del artista en un sector habitado por personas pudientes. Hace tiempo se presentó un caso que tiene con éste cierta semejanza. En una calle céntrica de San Pedro se iba a construir un templo mormón. Un grupo de poderosos vecinos se opuso a la obra alegando posibles problemas de tráfico de vehículos, pero en verdad para estorbar la presencia ahí de un templo no católico. Lamentablemente prosperó su acción, y los mormones debieron construir su templo en otra parte. Me pregunto si no se estará repitiendo algo semejante en el caso del artista que considera ser víctima de discriminación social. Es malo etiquetar al prójimo, y peor aún rechazarlo por su origen, el color de su tez, o la actividad -lícita- a la que se dedica. Esperemos la explicación que las autoridades de San Pedro darán a este caso. La comunidad sampetrina es generosa. Seguramente no quiere vivir en un coto privado ni decir aquello de: "Amo a mi prójimo, pero me reservo el derecho de decir quién es mi prójimo y quién no"... Sigue ahora el anuncia-do Cuento sin Nombre. Lo digo de veras: nadie debería leerlo. Por mi parte repudio su contenido, repruebo con energía sus conceptos y me desligo totalmente de él. Si aquí lo pongo es sólo como demostración del extremo deplorable a que han llegado las relaciones humanas en ese mundo de pérdida de valores, y por lo tanto de confusión y caos... Llegó un tipo a su casa. Llevaba una chiva en los brazos. Se planta en la puerta de la alcoba donde su mujer estaba ya en la cama y dice: "Mira: ésta es la vaca con la que me consuelo cuando a ti te duele la cabeza, estás muy cansada o no tienes ganas". Replica la mujer: "En esto se ve lo idiota que eres. Lo que traes ahí no es vaca: es chiva". Y dice el individuo: "A ti no te estoy hablando"... FIN.