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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los hombres de ciencia se juntaron, y tras deliberar cinco minutos decidieron que Dios no tenía ya razón de ser. El saber científico y tecnológico, juzgaron, había avanzado tanto, el hombre tenía tal poder, que Dios resultaba ya obsoleto, algo anacrónico y sin utilidad ninguna en el mundo de la modernidad. Acordaron formar una comisión que se entrevistara con Dios para decirle que era hora ya de que se retirara. Después de todo tenía derecho a descansar luego de tantos años de servicio. A fin de no entristecerlo con la jubilación le darían un diploma con unas breves frases de agradecimiento, o quizás un reloj grabado con su nombre: "Dios", y alguna línea de reconocimiento: "Por tantos años de valiosos servicios". El secretario de la comisión se dirigió a San Pedro para pedirle una audiencia con su jefe. Le informó que un grupo de científicos quería hablar con Él. "Eso me sorprende un poco -dijo el portero celestial-. Siempre pensé que ustedes no creen en Dios". Replicó el secretario: "Nosotros no creemos en nada, primer paso para creer después en todo. En tal carácter solicitamos esa audiencia". "Veré qué puedo hacer" -contestó San Pedro. (Como todos los porteros del mundo gustaba de darse cierta importancia). Volvió a poco; le informó al secretario que Dios había aceptado recibirlos -Él a todos recibe-, y le indicó la fecha y hora de la audiencia. Ese día, en efecto, el Señor atendió a la comisión científica. "Señor -comenzó el presidente- no queremos quitarte mucho tiempo". "Tengo todo el del mundo -contestó Él-. Díganme en qué puedo servirlos". "Me temo que ya en nada -dijo el científico-. Precisamente ése es el objeto de nuestra visita: manifestarte que ya no te necesitamos". Dijo Dios: "No es la primera vez que escucho eso. La frase me resulta familiar. Me doy por notificado, y les agradezco que hayan tenido la atención de comunicarme eso para los efectos a que haya lugar". "No se trata de una simple notificación -terció otro científico-. Venimos además a pedirte que te retires, que aceptes una decorosa jubilación y te vayas a descansar". "No me parece mala idea -respondió el Señor-. Les confieso que a veces me siento un poco fatigado. Me cansan, sobre todo, los predicadores. Sólo por dejar de oírlos pensaría en eso del retiro. Pero, saben ustedes, tengo cosas qué hacer. Niños, pájaros, flores... Todo eso. También debo regular el tráfico de las estrellas, la marcha en general del Universo... En fin, trabajo no me falta". "Nosotros lo podemos hacer por ti -dijo el presidente de la comisión-. Somos capaces de hacer todo lo que tú haces. Si lo dudas podemos hacer un niño". "No lo dudo -concedió el Señor-. Los más de ustedes están todavía en edad". "Quiero decir -se amoscó el científico-, que podemos hacer un niño en modo artificial". "¿De veras? -se asombró el Señor-. Eso sí me resulta novedad. ¿Quieres decir que ustedes pueden crear un hombre en la misma forma que yo hice a Adán? "Así es, Señor -replicó el hombre de ciencia-. Y con mayor calidad y rapidez. Acompáñanos. Nosotros haremos un hombre con nuestros métodos científicos, tú harás otro conforme al método creacionista. Al final compararemos resultados". Aceptó Dios el extraño desafío, y con los hombres de ciencia fue a la Tierra, donde tendría lugar aquel certamen. "Empecemos" -dijo el científico-. "Empecemos" -dijo Dios. El hombre de ciencia se inclinó y tomó un poco de polvo de la tierra. "¡Ah no! -protestó el Señor-. ¡Usen ustedes sus propios materiales!"... Este relato -seguramente apócrifo- no es teísta; antes bien plantea una cuestión de pura raíz científica: aceptada la teoría del Big Bang ¿de dónde salió la materia que estalló en el Big Bang? Y nadie me reclame que hoy no haya puesto aquí chistes. Esto tiene mucho chiste... FIN.

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