Babalucas y sus dos amigos eran cuatreros -ladrones de ganado-, y cayeron en poder de los rurales. El jefe de los feroces hombres de armas ordenó que los ahorcaran ahí mismo. Cuando ya iban a colgar al primero éste se inclina sobre el jefe de los jenízaros y le dice algo al oído. "Suéltenlo" -ordena de inmediato el individuo. Al pasar junto a sus compañeros el que había salvado la vida les dice por lo bajo: "Le ofrecí 500 pesos si me dejaba libre". Le toca el turno al segundo. En el momento en que le iban a poner la soga al cuello le musita igualmente algo al jefe de los guardias. "Déjenlo ir" -ordena otra vez el policía. "También le ofrecí 500 pesos si me soltaba" -le indica en voz baja el amigo a Babalucas. Le toca el turno a él, y le ponen la soga en el pescuezo. "Y tú -le dice el capitán de los rurales- ¿no tienes nada qué decirme?". "Sí" -responde Babalucas. Se acerca al hombre y le dice al oído: "Traes la bragueta abierta"... Al terminar la misa nupcial los novios salieron de la iglesia. En la puerta esperaban al novio tres amigos suyos, los tres con sus equipos de golf. Le reclama uno con enojo: "Tenemos casi una hora esperándote, caón. ¿Por qué tardaste tanto?"... Aquellos recién casados estaban al borde del agotamiento. Fueron con el médico, y del interrogatorio clínico resultó que los enamorados estaban abusando del himeneo: se himeneaban -digámoslo así- todos los días de la semana, y en ocasiones dos veces en el mismo día. "A partir de hoy -prescribe el facultativo- harán el amor solamente los días cuyo nombre tenga la letra ere". Los jóvenes esposos, mal de su grado, empezaron a seguir la prescripción del médico. Pero llegó el largo fin de semana -sábado y domingo-, más largo todavía sin amor. Al amanecer del lunes el maridito ya no se pudo contener. Temblando de ansiedad le pregunta a su mujercita, igualmente febricitante al lado suyo: "¿Qué día es hoy, mi vida?". Ella se precipita sobre él y le dice con exaltada voz: "¡Lurnes, mi amor!"... Hay décadas en que no tiene uno ganas de hacer nada. Yo me hallo en una de ellas. Por ejemplo, hoy no estoy en vena para escribir acerca de política. Dejo el espacio de mi comentario, entonces, a José María Aznar, quien hace unos días pronunció en Monterrey las siguientes aladas palabras: "... La expresión política de ese riesgo (para el desarrollo de Iberoamérica) es la presencia del populismo... No es que piense que el populismo es un riesgo -que lo pienso-, es que objetivamente ese camino ya ha demostrado muchas veces su fracaso... Si uno tiene desconfianza de la empresa, del empresario, de la competencia, de la inversión, de la creación de riqueza ¿cómo va a poder construir una sociedad próspera?... Lo contrario es encerrar al país en sí mismo en un mundo en el que nadie puede vivir encerrado, y eso sí que es apostar por la frustración de un país... Necesitamos personas dotadas de conocimiento, convicciones y sentido crítico que sean capaces de apreciar la libertad, que no se dejen fascinar por atajos colectivistas, ni se dejen engañar por espejismos populistas...". ¡Caramba, qué inteligente es este Aznar! ¡Siempre dice lo que yo estoy pensando!... Una ranita fue a consultar a una adivina, pues ansiaba saber lo que el futuro le depararía. Después de consultar la bola de cristal le dice la mujer: "Conocerás a un joven que querrá saber todo acerca de ti". Pregunta la ranita llena de ilusión: "¿Será un apuesto príncipe que me besará para convertirme en una hermosa princesa y llevarme a vivir con él en su palacio?". "No veo ningún príncipe -responde la adivina-. Veo un estudiante de Biología"... FIN.