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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El cazador iba por el bosque, y le salió al paso un feroz oso grizzly que se lanzó contra él. El hombre intentó dispararle, pero el mecanismo de su rifle se trabó. Clamó con desesperación el cazador: "¡Ya me llevó la tiznada!". En eso se escuchó una voz majestuosa venida de los alto: "No digas eso, hijo. No te ha llevado la tiznada. ¿Acaso no estoy Yo contigo? Ten fe en el poder salvífico de tu Creador. Toma tu navaja de bolsillo y clávala en el pecho del oso. Yo haré que la hoja llegue al corazón de la bestia. Con eso la fiera morirá al instante y tú te habrás salvado". El cazador, lleno de dicha al escuchar aquel mensaje de esperanza, abrió su pequeña navaja y se lanzó con valeroso ímpetu hacia el plantígrado. (NOTA. Plantígrado: el oso). Pero el salvaje animal hizo caer de un manotazo la navaja del cazador. Entonces se escuchó de nuevo la majestuosa voz venida de lo alto. "Carajo; creo que ahora sí ya te llevó la tiznada"... Don Poseidón, granjero acomodado, tenía una linda hija de nombre Bucolina. Un galancete de la ciudad, llamado Brague Tero, la pretendía con no muy honestas intenciones, sino atraído más bien por el caudal del vejancón, que era rico en tierras y ganado. Pensó el boquirrubio que si lograba que Bucolina le rindiera la fortaleza de su nunca tangida doncellez lograría aquel ventajoso matrimonio. Así, se determinó a tratarle el punto en la primera oportunidad. La ocasión se le presentó, propicia, una tarde que paseaban los dos en la carretela de la granja. En el prado vieron al recio toro semental en el acto de cubrir a una vaquita, que ciertamente no mostraba disgusto por la cubrición. Aquí es dónde? -se dijo el joven Brague Tero. Y entornando los ojos con simulada ensoñación le dijo a la muchacha: ?¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!?. Responde Bucolina: ?Son muy raros ustedes los de la ciudad. Está bien, hazlo; pero te sugiero que esperes a que termine el toro, no se te vaya a enojar?... Todos los instrumentos de la ley y los recursos todos de las instituciones deben ponerse en ejercicio para separar de su cargo a Mario Marín, gobernador de Puebla. Personas como él no deben ostentar cargos de autoridad, ni pueden quedar sin efecto político y jurídico las torpes acciones que emprendió junto con su tortuoso cómplice Nacif para perjudicar a la escritora Lydia Cacho. Eso sería una vergüenza para México, pues se vería una vez más ?el de Montiel es otro caso- que los gobernantes están por encima del orden jurídico, y que las leyes se aplican nada más a los gobernados. No es posible permitir que el atentado que se cometió contra aquella periodista, la indebida privación de la libertad de que fue objeto, las siniestras amenazas sobre su persona, pasen como incidente sin importancia alguna. La barbarie no ha de quedar impune, ni un político de la especie de Marín tiene derecho a seguir gobernando a sus conciudadanos después de haber mostrado tan grave falta de ética... Don Frustracio, esposo de doña Frigidia, la mujer más fría del condado. le cuenta con tristeza a un amigo: ?Sospecho que mi mujer me engaña con el cartero. Cada vez que llega le dice que le duele la cabeza?... Casó Simpliciano, joven inocente, con Pirulina, muchacha con mucha ciencia de la vida. Cuando entraron en la habitación del hotel donde pasarían la noche de bodas Simpliciano se dio cuenta de que no había televisor en el cuarto. Le dice a Pirulina: ?Voy a pedir que nos envíen uno?. ?Pero, Simpli ?objeta ella-. ¿Para qué queremos un televisor en nuestra noche de bodas??. ?Mi vida ?contesta él-. En algo tenemos que entretenernos?... FIN.

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