Doña Tebaida Tridua está de vacaciones, gozando el springbreak. En esta ocasión fue a tomar las aguas de Gogorrón, en San Luis Potosí, a las que se atribuyen salutíferas virtudes. No sé si falto a los deberes de la caballerosidad, pero aprovecharé la ausencia de la ilustre dama, presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías y celosa guardiana de la moral social, para narrar al final de esta columnejilla un cuento que ciertamente no habría recibido su autorización. Quizá doña Tebaida me aplicará después un severo sosegate, pero entretante ya habré compartido con mis cuatro lectores esa picante narración... Babalucas encontró a su mujer yogando con un hombre. El badulaque se cercioró primero de que no era él mismo quien estaba con su esposa. Lo supo con certeza porque el follón tenía un lunar en el chamorro izquierdo, y él carecía de esa seña personal. Seguro ya de lo que hacía tomó un revólver que guardaba en el cajón de su buró y con dramático ademán se llevó el cañón a la sien. "¡Te has vuelto loco, desdichado! -gritó la esposa con espanto-. ¡Por la fe que me juraste en los altares, Baba, no hagas eso! ¡La vida es don sagrado, y no me acuerdo si está pagada la póliza de tu seguro! ¡Te prometo que no volveré a hacerlo, al menos en el domicilio conyugal! ¡Si aquí lo hice fue para no gastarte tu dinero pagando habitaciones moteleras, ya que este pobre joven carece de pecunia para afrontar tal gasto! ¡Anda, deja ese revólver y hablemos como personas decentes!". No se quitó Babalucas la pistola de la sien. Dijo a su esposa: "¡Calla, impúdica raposa! ¡Mira cómo muere un hombre que tiene pundonor! ¡Y no te vayas, que luego sigues tú!"... Pasó a mejor vida don Ultimio, y en el panteón un mariachi interpretó sus melodías favoritas. Una de sus hijas, emocionada, le dice a su madre: "¡Mira cuánta gente vino al entierro de papá!". "Sí -contesta la viuda-. Es que el mariachi es muy bueno"... Si el PRI muere -según Madrazo omina- no morirá de muerte electoral, pero si sigue como va puede morir de inanición moral. Ni López Obrador ni Calderón van a matarlo, pero priistas como Marín y Montiel pueden hacer que los ciudadanos se cansen de tanta indignidad, tanta bajeza, tan grande corrupción, y repudien al fin en modo unánime todo lo que a priismo huela. Hasta en política la inmoralidad tiene sus límites, y esos malos priistas los han excedido en forma grave. Para colmo sus malas acciones han quedado impunes hasta ahora. El explicable enriquecimiento inexplicable de Montiel no le ha acarraeado todavía consecuencia alguna; la villana conducta del tristemente célebre "gober precioso" sigue sin castigo, y el único efecto que su bribonería le ha acarreado es el repudio de su pueblo, cosa que a un individuo de la calaña de Marín no debe preocuparle mucho. Su permanencia en el gobierno de Puebla es una vergüenza nacional. Cosas como éstas, gente como ésa sí pueden dañar irreparablemente al PRI, y conducirlo quizás a un final que no se dará en las urnas, según Madrazo dice, sino en el tribunal de la pública opinión. (Permítanme un momentito para anotar eso de " el tribunal de la pública opinión", que suena bastante bien, para usarlo en futuras ocasiones)...Viene ahora el picaresco relato que anuncié al principio... Un señor llegó con el otólogo. "Doctor -le dijo-, algo le pasa a mi aparato para la sordera. Anoche podía yo oír perfectamente, y ahora no oigo nada". El médico toma unas pinzas y extrae algo del oído del paciente. "Señor -le dice-, lo que usted trae aquí es una tampón para la higiene femenina". Sin inmutarse pide el tipo: "¿Me permite su teléfono, doctor? Quiero llamar a mi mujer para decirle dónde creo que está mi aparato para la sordera"... FIN.