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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El padre Arsilio fue a predicar los oficios de Semana Santa en un remoto pueblo de la sierra. Lo asistió en su casa una mujer de no malos bigotes, pues los tenía copiosos y abundantes. No diré que como los de Emiliano Zapata (1879-1919), lejos de mí tan temeraria idea, pero sí muy vellidos y profusos. La feróstica mujer oyó con ceño fruncido -y lo demás también- el primer sermón que el buen padre predicó, pues la homilía trató del mal que se hace al prójimo con la murmuración, el chisme y los falsos testimonios, cosas todas tres a las que la bigotuda era muy dada. Al día siguiente la mujer le sirvió de mala gana su desayuno al padre Arsilio, y luego fue al río a lavarle la ropa. Desde su ventana el sacerdote vio cómo la mujer le lavaba los calzones al modo rural, mojándolos primero en la corriente y poniéndolos después sobre una piedra para golpearlos con una gruesa pala de madera. "¡Caramba! -dijo para sí con apuro el padre Arsilio-. ¡Qué bueno que me los quité a tiempo!"... La mucama de la call girl le dice: "Señorita, en la sala está el doctor". Responde la muchacha: "Dile que ahorita no puedo tenderlo"... Un artista ya no tan famoso fue a actuar para los ancianitos de un asilo. "¡Hola, maravillosos viejitos y viejitas! -los saludó con alegría forzada-. ¿Saben ustedes quién soy?". "No -le responde una vejuca-. Pero ve a la administración y ahí te lo dirán"... Era la medianoche, y Babalucas pasó por casualidad frente a la estación del tren. En la puerta vio un cartel: "Prohibido entrar en el andén con perros". Masculla con enojo el badulaque: "¡Bonitas ocurrencias tiene la empresa! ¿Dónde diablos voy a encontrar a estas horas un perro para no entrar con él en el andén?"... La política nos cuesta mucho a los mexicanos. Me pregunto en qué proporción nuestros impuestos sirven para sostener esa gran casta parasitaria, los malos políticos, y esas lucrativas empresas que son los partiduchos que sólo pueden vivir por virtud de una deficiente legislación electoral. La política bien practicada es el más noble ejercicio a que cualquier hombre o mujer se puede dedicar. Es la mejor ocasión para hacer el mayor bien al número más grande de personas. Sucede sin embargo que en México el ejercicio político se ha degradado de tal modo que en la mayor parte de los casos no es tarea de bien común, sino ocasión de medro personal o búsqueda del poder por el poder mismo. Eso ha hecho de los partidos entes de desinterés público, pues la gente los rechaza y mira con desdén o encono a quienes sin trabajar viven de los impuestos que pagamos. La existencia de esos partidos mentirosos y esos políticos parásitos es una muestra más de nuestro subdesarrollo... Un individuo llegó a cierta casa de mala nota y dijo que sólo traía 50 pesos. "Por 50 pesos -le informó la madama del establecimiento- lo único que le podemos ofrecer es un pingüinito. "¿En qué consiste un pingüinito?" -pregunta con interés el tipo. "Vaya usted a ese cuarto -le indica la mujer-. En seguida irá una de nuestras chicas y se lo dirá". Fue, pues, el tipo a la habitación que le dijo la madama y, en efecto, poco después llegó una hermosa muchacha. "¿Usted es el señor del pingüinito?" -le pregunta. "Sí -contesta el individuo, cada vez más intrigado-. ¿Qué es un pingüinito?". Le pide ella: "Bájese los pantalones y lo demás". Cuando el sujeto tuvo ambas prendas en los tobillos la chica se puso frente a él, lo tomó por ambas manos y le dijo: "Venga conmigo". Y así diciendo lo sacó a la sala donde estaba toda la clientela del local. El tipo, claro, iba caminando con cómica torpeza por el estorbo de la ropa que traía en los tobillos. Y anuncia con voz alegre la muchacha: "¡Señoras y señores! ¡Pingüinito!"... FIN.

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