Hay un cuento llamado "La mesa", de tan subido color que en los anales de la sicalipsis aparece calificado con cinco peores: XXXXX. Eso equivale a: "Prohibido por la moral, la religión, la ley, los usos y costumbres, el civismo y la buena educación". Estoy negociando con doña Tebaida Tridua la publicación de ese vitando chascarrillo. Informaré oportunamente a mis cuatro lectores el curso que tomen las conversaciones... Dos amigos que viajaban juntos pasaron frente a un bar en San Francisco. Decidieron tomarse una copa, y la estaban bebiendo cuando se percataron de que no había ahí una sola mujer. "Creo -le dice uno al otro en voz baja- que estamos en un bar gay". En efecto, no pasó mucho tiempo sin que un sujeto se sentara junto a uno de ellos y empezara a cortejarlo abiertamente. El azorado viajero no sabía cómo quitarse de encima a su inopinado galán. Va el otro y le dice al cortejador unas palabras al oído. El individuo se disculpó profusamente y se retiró ipso facto. "¿Qué le dijiste?" -pregunta el amigo a su compañero. Responde éste: "Le dije que eres mi novia y que estamos en nuestra luna de miel"... Se quejaba un señor: "No entiendo a mi esposa. Si llego temprano a casa dice que es porque quiero ?eso?. Y si llego tarde dice que es porque ya tuve ?eso?"... En París un oriental contrató a una chica de tacón dorado y la llevó a su hotel. Se efectuó el consabido trance de fornicación, a cuyo final el hombre de oriente dijo a la muchacha: "Pardonne-moi, Mademoiselle, je suis fatigué". Y así diciendo fue al baño. Regresó a poco y volvió a hacerle el amor a la muchacha. "Pardonne-moi, Mademoiselle -tornó a decir-. Je suis fatigué". Regresó de nueva cuenta al baño, salió otra vez y por tercera vez rindió tributo a Eros. Lo mismo sucedió cinco o seis veces más. Ya fatigada, la muchacha le dijo al oriental. "Pardonne-moi, Monsieur, je suis fatigué". Tras decir eso fue al baño. Ahí estaban otros 14 orientales... Arde el bosque de pinos en las montañas del Potrero. Últimamente no se ha portado bien Diosito: nos ha negado el don precioso de la lluvia, y el monte es una yesca pronta al fuego. Yo veo la nube de humo que se eleva y pienso en el pavor de la ardilla y el venado, en el vuelo temeroso de los gárrulos loros, en la fuga sin ruido del oso y el gran puma. Su casa se destruye, y al mismo tiempo se destruye nuestra casa. Porque no llueve se destruye el bosque, y porque el bosque se destruye ya no llueve. Hay quienes dicen que los incendios son intencionados: con la venta de la madera de los árboles muertos los campesinos remedian su necesidad. Quizá si no se permitiera ese comercio no habría tanta quemazón. Lo cierto es que en la noche las llamas pintan su dibujo trágico, y alcanzamos a oír -¿o adivinamos?- el bramar de las llamas en el viento. Nos afligimos, y el corazón recuerda las caminatas entre los elevados pinos que ahora son pavesa. De veras: no se ha portado bien Diosito. Y los hombres tampoco nos portamos bien... La mujer a su esposo: "¡Viejo! ¡Un alacrán le picó a mi mamá!". El individuo a su mujer: "¿Cómo que le picó un alacrán? ¡Yo le puse cuatro en la cama!"... En la estación del tren los viajeros se despedían de sus amigos y familiares. Uno saca la cabeza por la ventanilla del vagón y le grita al compañero que lo había ido a dejar: "¡Tu esposa folla muy bien, amigo mío! ¡Tu esposa folla retebién!". El hombre que iba al lado del gritón le dice con severidad: "No debería usted gritarle eso". Contesta el individuo: "Tiene usted razón. La verdad es que la señora folla muy mal. Pero ¿qué caso tiene herir los sentimientos de mi amigo?"... FIN.