Doña Tebaida Tridua se parece a Mao. Cuando a este señor -una de las muchas sombras chinescas que han pasado por la pared del mundo- le preguntaron su opinión acerca de la Revolución Francesa, respondió: "Es demasiado pronto para juzgar". Doña Tebaida, por su parte, no conoce los frutos de libertad salidos de ese movimiento, y actúa como en los tiempos del absolutismo. Me ha negado su venia para poner aquí el cuento titulado "La mesa". Dice para fundar su veto: "Esa execrable narración es sicalíptica, impúdica, pícara, pornográfica y lúbrica". De que a doña Tebaida le da por las esdrújulas no hay quién la saque de ahí. Admito que la ínclita Presidenta ad vitam de la Pía Sociedad de Sociedades Pías tiene algo de razón cuando así califica ese relato. Ciertamente se pasa un poquitín de tueste. Tras ese nombre al parecer inocuo, "La mesa" se esconde una de las mayores badomías que han visto la luz en este espacio. Pero ¿acaso de nada sirvió la Enciclopedia? ¿Fueron en vano los esfuerzos de Rousseau, Voltaire, D?Alembert, Diderot, Condillac y todos aquellos ilustres pensadores gloria de su siglo? Me resisto a aceptar semejante idea. Seguiré luchando, como ellos; haré flamear las grímpolas de la libre expresión, y otra vez el oscurantismo saldrá vencido y derrotado. Empeño para eso mi palabra, y si es menester empeñaré también un tocadiscos de cuatro velocidades (16 un cuarto, 33 un tercio, 45 y 78 revoluciones por minuto) que tengo desde que me casé, a fin de dar aliento al movimiento libertario... La más original manera de pedir "aquellito" se debe a Pitoc, salaz piel roja. Le dijo con untuosa labia a una linda doncella india: "Dime, Rayo de Luna: ¿no quieres colaborar para que no sea yo el último de los mohicanos?"... Le pregunta el maestro a Pepito: "¿Quién fue Atila?". Responde el niño: "Un bárbaro". "¿Qué más?" -quiere saber el profesor. Responde Pepito: "¿Le parece poco?"... Don Algón le hizo cierta propuesta indecorosa a una muchacha. "No me vendo, señor" -respondió ella con ofendida dignidad. "Qué pena -lamenta don Algón-. Te iba a invitar a ir a Nueva York en mi avión particular, con una escala en Las Vegas para jugar y divertirnos". "Ya le dije que no me vendo -repite la muchacha-. Pero quizá podría encontrar alguna forma de alquilarme"... Le dice una chica a otra: "Ando de novia con un médico. Es otorrinolaringólogo". "¿Vasco él?" -pregunta la otra... Óscar Wilde decía cosas muy razonables, sobre todo cuando hablaba en forma irrazonable. Sostuvo, por ejemplo, que no es el arte el que imita a la naturaleza, sino la naturaleza la que imita al arte. Antes de Turner, señaló, jamás se habían visto crepúsculos tan esplendentes. En ese mismo tenor quizá la realidad de México se apresta a imitar a la literatura. El señor Slim anda a partir un piñón -es decir en amistad cercana- con López Obrador. También en la novela "El gatopardo", de Lampedusa, el rico caballero se avino a entrar en tratos con el arribista llegado con los aires del populismo, y al hacerlo dijo aquella frase que es clásica ya en la política: "Hay que cambiar para que todo pueda seguir tal como está". Si AMLO llega a la Presidencia ya veremos qué efectos resultarán de la singular relación entre el hombre más rico de México y el hombre que se dice defensor de los más pobres... Don Geroncio, señor de edad madura, casó con una frondosa mujer en plenitud de edad. Al empezar la noche de bodas el senescente caballero le dice a la anhelosa novia: "Lo haremos de patito". "¿De patito? -pregunta ella muy interesada-. ¿Cómo es eso?". Don Geroncio se acomoda bien la dentadura postiza y repite: "Lo haremos despacito"... FIN.