Don Pecunio y doña Argenta, nuevos ricos, invitaron a sus vecinos a cenar. Comentó don Pecunio con orgullo: "Mi esposa es una maravilla en el arte culinario". Doña Argenta le da un codazo en la panza y le dice haciendo un mohín de pena: "¡Ay, viejo! ¡Por lo menos diles que también cocino muy bien!"... La joven vecina de doña Frigidia le cuenta: "Voy a divorciarme de mi esposo. Figúrese usted: me hace el amor un par de veces al año". Responde doña Frigidia: "Tienes razón, hija. Mi marido también me hace el amor dos veces al año. Sé lo que es estar casada con un maniático sexual"... Aquel domingo el golfista llegó tarde al club. Sus amigos le preguntaron: "¿Por qué vienes a esta hora?". Contesta el golfista: "Estuve dudando entre ir a la iglesia o venir a jugar golf. No pude decidirme, de modo que arrojé al aire una moneda. Si salía águila vendría a jugar; si salía sello iría a la iglesia". Inquieren los otros: "Y ¿por qué tardaste tanto?". Contesta el golfista: "Es que tuve que lanzar la moneda 25 veces antes de que saliera águila"... Tres viejecitos platicaban en su banca del parque. Dice el primero: "La mano me tiembla tanto que cuando bebo mi taza de café derramo más de la mitad". Dice el segundo". "A mí también me tiembla mucho la mano: al rasurarme por la mañana siempre me corto". Dice el tercero: "A mí la mano me tiembla más que a ustedes. Cada vez que en un restaurante voy al pipisrúm los demás creen que estoy haciendo cosas malas"... La actuación de los senadores del PRI y el PAN en relación con la Ley de Radio y Televisión redundará en daño para Madrazo y Calderón. Se le siguen acomodando las fichas a López Obrador, de modo que el peor de los candidatos es el que tiene más posibilidades de llegar a la Presidencia. Ni siquiera dañan a AMLO sus simpatías y afinidades con entes como el venezolano Chávez, ni le afecta que se sumen a su campaña algunos de esos pobres ejemplos de elemental oportunismo que a sí mismos se dan el nombre de políticos y que en verdad son sólo saltimbanquis que brincan de una percha a otra según perciban en el aire el tufo del medro personal. Así andan las cosas en este pobre país, y así seguirán mientras nos falte esa educación de ciudadanos que nos permita decidir los asuntos nacionales con la cabeza, en vez de hacerlo con el estómago y partes adyacentes. Para colmo doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, vetó ya en forma irrevocable el chascarrillo titulado "La mesa", y no podré publicarlo si no le hago ciertas adaptaciones que desvirtúan por completo la esencia sicalíptica de esa tremenda narración. A cambio la señora Tridua autorizó que vea la luz un cuento que se llama "El mico cantor", peregrino relato inverosímil que saldrá mañana aquí. Léanlo mis cuatro lectores, a reserva de seguir yo trabajando para lograr la publicación de aquella historia: "La mesa"... Babalucas invitó a una chica a ir a su departamento a ver la tele. Pregunta la muchacha: "¿Tienes cable?". "No, -se desconcierta el tonto roque-. Pero tengo un mecate. ¿Para qué lo quieres?"... Llegó un tipo a su casa y se desplomó en el sillón de la sala, frente al televisor. Le pide a su esposa: "Tráeme una cerveza, antes de que empiece". La mujer le trae la cerveza. Poco después le dice el tipo: "Tráeme otra cerveza, mientras empieza". Va la señora y le trae otra cerveza". Luego de un rato el marido vuelve a solicitar: "Tráeme otra cerveza. Ya va a empezar". En ese punto estalla la mujer. Le grita a su marido hecha una furia: "¿No puedes hacer otra cosa que estar bebiendo cerveza tras cerveza frente al televisor? ¡Eres un inútil, un flojo, un bueno para nada, un haragán!". Suspira con tristeza el individuo y dice: "Ya empezó"... FIN.