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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los charros mexicanos saben mucho de la vida; por eso sus dichos y refranes contienen grandes enseñanzas. Reza uno de esos proverbios: "A las mujeres y a los charcos, por en medio". Eso quiere decir que en su trato con la mujer el hombre debe actuar con derechura, y no andar con desvíos ni rodeos. Pide otro refrán charro: "Que Dios me libre de un rayo, de un burro en el mes de mayo y de un pen... a caballo". En efecto, no se sabe cuál de tales peligros es mayor. Y este otro sentencia: "Caballo demasiado grande tira a penco; mujer demasiado coqueta tira a p...; y hombre demasiado bueno tira a pen...". Mis amigos dicen que soy demasiado bueno. "Tan bueno eres -me critica uno- que piensas que todos los demás son buenos". Lo creo, ciertamente. Pienso que el hombre está hecho para el bien. Circunstancias del mundo y de la vida apartan a algunos de esa vocación, y los hacen caer en la maldad, pero el número de la gente buena es infinitamente mayor que el de la gente llamada mala, y aun en esta gente hay, en el fondo, un esencial sustrato de bondad. Por eso rechazo la pena de muerte, que es la pérdida total de la esperanza, pérdida que en sí misma es grande culpa, pues entraña esa tragedia humana que se llama la desesperación. Pero veo que voy trillando ya los caminos de la grandilocuencia, tan reñidos con el carácter lene de esta columnejilla. Lo que quiero es manifestar mi alegría por la declaración de cese el fuego que en España hizo la ETA. Esa renuncia a la violencia invita a pensar que a fin de cuentas el bien prevalece sobre el mal, que los caminos de la paz conducen a mejor destino que las sendas del odio (permítanme un momento para anotar eso de: "Las sendas del odio", frase que puede servir de título para una telenovela), y que el diálogo rinde más frutos que el terror. Hay quienes dicen que no se deben echar a vuelo las campanas, que ya otras veces la ETA ha faltado a su palabra, y que de nueva cuenta pueden volver los atentados, los crímenes y los secuestros. Yo, desde lejos, intuyo que este ofrecimiento es verdadero, y que el país vasco, por el que tanta simpatía siento, pues soy Aguirre y de Euzkadi vinieron mis ancestros, podrá vivir ya en paz, que en la paz buscará preservar sus hondísimas raíces; su lengua, cuyo origen y edad se pierden en el tiempo; sus nobles tradiciones; y que en la paz también procurará la consagración de sus legítimos derechos. Al decir eso espero igualmente que las mujeres y hombres vascos que están en prisiones extranjeras por motivos relacionados con la ETA puedan volver a su país. Anhelo, sobre todo, que la buena fe supla a la desconfianza, que la malevolencia ceda su sitio a la buena voluntad, y que ya nunca más el miedo sea parte de la vida cotidiana en las ciudades y pueblos vascongados... ¡Detente, columnista! ¿A qué esa perorata? Eres comentador municipal, de aldea, ¿y osas menear la pluma y opinar sobre temas de la Europa acerca de los cuales no sabes ni una tilde? ¡Ea, deja que los brillantes editorialistas de "El País", "ABC" o "La Vanguardia" pongan luz en este complejo asunto, y tú cíñete a las nimias cuestiones de la política local! ¿O quieres que te llamen "chachalaca"? Mejor narra un inane cuentecillo, que a eso sí alcanza tu caletre... Un sujeto conoció en el bar a una atractiva rubia y la llevó a un motel. Ya en los meneos del foreplay se dio cuenta de que la tal mujer ni era rubia ni era mujer: era un travesti de pelo oxigenado. Pero ya el hombre estaba poseído por el urente rijo de la pasión erótica, de modo que le dijo al adamado: "¡Ah, jijo de tal! ¡Pero nomás que termine vas a ver cómo te va a ir!"... FIN.

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