Don Senilio, señor de edad madura, se quejaba con pesarosa voz: "¡Qué rebelde se me ha vuelto esa parte que tengo en la entrepierna! Antes yo le decía a cualquier hora: ?¡Levántate, que quiero follar!?, y ella me obedecía prontamente; se levantaba siempre. Ahora no sólo no me obedece ya: a todas horas de la noche me dice: ?¡Levántate, que quiero mear!?. ¡Y soy yo el que tengo que obedecerla a ella!"... Hay un género de literatura, el del humor popular, ante el cual ciertos críticos fruncen el ceño y todo lo demás. Y sin embargo escribir con ánimo sonriente, y para hacer sonreír, es don precioso. Pongo aquí estas palabras: "... La desacralización de la persona del escritor no me parece una desgracia... Tampoco creo que haya que rasgarse las vestiduras porque, como dice Raczymow, en la sociedad democrática moderna la literatura deba ante todo ?divertir?, ?entretener?, para justificar su existencia... En la sociedad abierta, que tiene disponibles múltiples mecanismos para la exposición y el debate de los problemas y las aspiraciones de los grupos sociales, la literatura deberá ser sobre todo entretenida, o simplemente no será. Pero la diversión, el entretenimiento, no están reñidos con el rigor intelectual, la audacia imaginativa, el vuelo desalado de la fantasía ni la elegancia expresiva... Que haya bajado el telón para los escritores pontífices y narcisos, sin duda; pero el espectáculo puede aún continuar si quienes sucedan a aquellos consiguen que sea menos pretencioso y muy divertido...". Esas aladas palabras pertenecen a Mario Vargas Llosa; vienen en su libro "El lenguaje de la pasión". La vida, que ha sido una caja de regalos para mí, me ha dado el privilegio de gozar la amistad de algunos de esos escritores de pluma leve y palabra reidora. Uno de ellos es el maestro Victor Abel Viveros Saldierna, que en Colima -ese huerto hermosísimo de México- cultiva el buen humor y la buena amistad. En eso salió a su padre, aquel inolvidable señor que fue don Ruperto Viveros, monclovense, cuya conversación habría deleitado a don Victoriano Salado Álvarez, a mi paisano don Artemio, a Novo y a otros grandes decidores mexicanos. Con Carmen, la compañera de su vida, dama de hermoso rostro y hermosa alma a quien él da título de reina, "Carmen Primera", Victor ha formado una bella familia. Junto a ellos y con Cintra, su hermana, quien fue notable actriz en tiempos preparatorianos, he disfrutado la buena mesa y la amistad cordial. Ayer recibió Victor, de manos del gobernador del Estado, la máxima presea que otorgan el pueblo y el estado de Colima: el Reconocimiento al Mérito Cívico, "por su valiosa aportación al fomento y difusión de la cultura y de las artes". Yo felicito al gobernador Cavazos por ameritar así la obra que realiza este hombre amable, afable, tan lleno de talentos, que es Victor Viveros. A sus muchas virtudes Colima añade la de tratar bien a quienes le hacen bien... Otro cuento de don Senilio. Le confió a un amigo su problema: tenía dificultades para izar la bandera del amor. "¿Por qué no tomas Viagra?" -le sugiere el amigo. Contesta don Senilio: "Imposible. Es un medicamento que no puedo pagar. Lo pedí en el Seguro y me dieron la medicina alterna que tienen para eso: compresas de agua tibia en la correspondiente parte. Pero no me dio resultado". Le aconseja el otro: "Haz lo que yo: compro Viagra pirata. En la pulga las pastillas cuestan un peso cada una". "¿Y sirven?" -pregunta con interés ansioso don Senilio. "Sí -responde el amigo-. El problema es que, como el producto es pirata, aquella parte se te hace gancho"... FIN.