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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a comprar algunos muebles. Le dijo al empleado de la mueblería, galán en flor de edad y apuesto, que necesitaba un juego de sala, una mesa de comedor y una cama. Le informa el muchacho: "Sobre el juego de sala y la mesa le puedo hacer un buen descuento". Pregunta con un mohín de coquetería la señorita Himenia: "¿Y sobre la cama no me va a hacer nada?"... Simpliciano, joven inocente, no hallaba la manera de revelarle a Pirulina, muchacha sabidora, los ocultos deseos que abrigaba en relación con ella. Decidió recurrir al camino de la insinuación, y un día le dijo: "¿Sabes, Pirulina? Anoche soñé que te pedía que hiciéramos el amor". Contesta ella sin vacilar: "Eso demuestra que dormido eres menos indejo que despierto"... Casó Dulcilí, muchacha candorosa, con su novio de juventud. Aquel candor angelical no le impidió a la muchacha -¡bendito sea el Señor, que nunca desampara a sus criaturas!- disfrutar plenamente los dulcísimos goces de himeneo. Por eso se desazonó la desposada cuando advirtió que después del primer igniscente deliquio de pasión la bandera de amor de su flamante maridito se abatió. Mas no por mucho tiempo, he de decirlo: luego de un rato de descanso el anheloso novio izó de nueva cuenta el pendón de su brío varonil. Dulcilí también notó aquello, y en arrebato de gozo exclamó con sorpresa y regocijo: "¡Qué bueno! ¡Es reciclable!"... Este día no hablaré de política. Narraré, sí, un cuento de política. Trata de un científico de fama que cierto día asistió como invitado especial a una fiesta. Le preguntó a uno de los presentes: "¿Cuál es tu coeficiente intelectual?". Respondió el interrogado con orgullo: "Es de 120, el más alto de la escala". El científico se puso a hablar con él de cosas de ardua ciencia, de alta filosofía, de arte. Fue enseguida con otro invitado y le preguntó lo mismo: "¿Cuál es tu coeficiente intelectual?". Replicó éste: "Es 100". El científico empezó a platicar con él de cosas de política y sociología. Fue luego con otro y le repitió la pregunta: "¿Cuál es tu coeficiente intelectual?". Dijo el señor: "80". El científico habló con él acerca de deportes. Fue por último el sabio con otro invitado, que aislado de los demás no conversaba con ninguno, y le preguntó lo mismo: "¿Cuál es tu coeficiente intelectual?". Contesta azorado el hombre: "¿Qué es eso de coeficiente intelectual?". Le dice entonces el científico: "¿De modo que vas a votar por López Obrador?"... Lord Feebledick dejó su finca rural y viajó a Londres a fin de someterse a un examen médico, pues se sentía laso, exánime, agotado y débil. El facultativo llamó por teléfono a lady Loosebloomers, esposa del cansado Feebledick, y le dijo: "Creo, milady, que usted es la causa de la debilidad de su marido. Al hacer el amor con él le quita toda fuerza". Responde lady Loosebloomers: "No creo que ésa sea la explicación, doctor. Lo mismo hago con el chofer, el jardinero, el guardabosque, el caballerango, el mayordomo, el cocinero, el valet y el leñador, y ellos están buenos y sanos"... Murió una muchacha de envases livianos, por no decir de cascos ligeros, y el padre Arsilio fue encargado de pronunciar la oración fúnebre en el sepelio de la finadita. "No diré que era ejemplo de virtudes -empezó-. Todos sabemos que era rete-uta. Pero si la comparamos con su mamá, su abuela, sus hermanas, sus tías, sus cuñadas y sus primas era una verdadera santa"... Miss Calvin y Miss Lutheria, misioneras, fueron a evangelizar a los salvajes en un remoto sitio del Continente Negro (NOTA DE LA REDACCIÓN: África) donde la mano del hombre no había puesto nunca el pie. Miss Calvin era alta y espigada, de bello rostro y atractivas formas. Miss Lutheria, por el contrario, no parecía evangélica, sino católica, pues tenía cuerpo de papa: era muy baja de estatura y poseía abundosas carnes. En síntesis, era muy gorda. Un desastrado día las dos dedicadas misioneras cayeron en manos de los salvajes, que las apresaron y las llevaron a su aldea. Miss Lutheria -la gorda- le pregunta con inquietud al jefe de la tribu: "¿Van ustedes a saciar en nosotras sus bestiales instintos de libídine, lubricidad, lujuria, salacidad y rijo?". "No -contesta el salvaje-. Nuestros bestiales instintos de libídine, lubricidad, lujuria, salacidad y rijo los vamos a saciar en Miss Calvin nada más. En usted vamos a saciar nuestro apetito"... El cantinero le dice a Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo: "No te serviré más vino, Empédocles. Ya estás muy ebrio". Contesta retador el temulento: "Estoy perfectamente sobrio. Y para demostrártelo te diré que tu gato viene hacia acá, y es tuerto". Replica el tabernero: "No es tuerto. Y no viene: va"... FIN.

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