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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Catón

En cierto estado del norte mexicano el alcalde de un pequeño lugar concibió la idea de poner a la orilla de la carretera que pasaba por el pueblo una báscula a fin de verificar el peso de la carga de los camiones que por ahí pasaban. No quiero averiguar de qué manera consiguió el munícipe operar esa báscula, ni mantenerla, pero sí diré que todos los transportistas tenían que pasar por ella, y pagar luego la jugosa mordida que a modo de peaje debían cubrir quienes se excedían del peso reglamentario, que eran todos. Ya se sabrá que esos ingresos, por no ser reglamentarios, no iban a parar en el tesoro público, sino en los bolsillos del industrioso alcalde. Cierto día se presentó ante él una comisión de vecinos encabezados por el cura del lugar. Iban a pedirle su cooperación para hacer una capilla en tal o cual barrio de la población. El presidente municipal les dijo que sí, que cómo no, que le diría al tesorero que les hiciera entrega de una cantidad simbólica -esa palabra usó el alcalde- como muestra del apoyo de la comuna al piadoso proyecto y noble fin que se habían fijado los peticionarios. "Señor alcalde -manifestó con humildad el párroco-. Más que una cantidad en dinero queremos que nos favorezca usted haciéndonos una pequeña concesión". "¿Qué concesión es ésa, padre?" -se removió en su asiento, inquieto, el jefe de la comuna. "Queremos -dijo el sacerdote- que nos deje usted administrar durante un mes la báscula de la carretera". "¡¿Un mes?! -exclamó con escándalo el alcalde-. ¡Padre, usted no quiere hacer una capilla! ¡Quiere hacer una basílica o una catedral!". La transparencia en el ejercicio de las funciones públicas es uno de los más eficaces frenos que puede tener la corrupción. Oponerse en cualquier forma a esa transparencia -como en repetidas ocasiones hizo López Obrador durante su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal- es oponerse a la dignificación de la vida nacional... En la habitación del hotel donde pasarán la noche de bodas, ya en el lecho dice la recién casada a su flamante maridito: "-¡Caray, Connubio, no puedo creer que ya estemos casados!''. No responde nada él. Vuelve a decir la muchacha: "-Hasta me da miedo de que todo esto sea sólo un sueño''. Silencio por parte del esposo. "-De veras -insiste ella-. No me puedo convencer de que ya seas mi marido y yo tu mujer''. "-Ahorita te convenzo -dice por fin él-, nomás que pueda desabrocharme esta maldita cinta del zapato''... A aquella muchacha le decían "La Lámpara de Aladino''. Nomás la rozaban tantito y le salía el genio... Simpliciano, joven inocente, casó con Rosibel, muchacha pizpireta. La noche de las bodas le pregunta: "-Dime una cosa Rosibel: ¿has entregado tu cuerpo alguna vez?''. "-Una sola -responde ella con franqueza-. A la fuerza''. "-¿A la fuerza?'' -se conmueve Simpliciano-. "-Sí, -confirma Rosibel-. A la Fuerza Aérea''... Sucede que dos señores de cierta edad fueron a comer a un restaurante. Ya en el sitio a ambos les vino en gana desahogar una necesidad menor, a cuyo efecto se trasladaron juntos al pipisrúm. Uno de los señores se puso a hacer lo que iba a hacer en la forma que se debe hacer, es decir, de pie. El otro, en cambio, se sentó para hacer lo mismo. "-¿Qué te sucede? -se sorprende el amigo-. ¿Por qué te sientas?''. "-Anda -responde el otro malhumorado y mohino-. Anoche esta cosa me hizo quedar tan mal que ni la mano le quiero dar''... FIN.

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