El diccionario de la Academia registra ya el adjetivo ?sangrón?, pero la definición que ofrece de la palabra carece de la fuerza que en México le damos a esa voz. Dice la docta corporación que ?sangrón? significa ?Impertinente, que molesta?. En efecto, eso quiere decir el vocablo, entre otras cosas. Pero mejor lo define don Francisco J. Santamaría cuando en su indispensable Diccionario de Mejicanismos pone que ?sangrón? es un adjetivo familiar despectivo que sirve para calificar al sangripesado, es decir al antipático, pesado, odioso o chocante. Con tal significación esa palabra cuadra muy bien ahora a López Obrador, por la postura que asumió tras el debate en que no participó. Esa risita de conejo, tan forzada; ese desdeñar con arrogancia a sus rivales; esa olímpica reiteración que hace de su carácter de indestructible, lo hacen ver muy sangrón. Luego del evidente repunte de Felipe Calderón, AMLO se ve contra las cuerdas, como púgil aturrullado, sorprendido por la repentina fuerza del adversario a quien menospreció. Desde luego él dirá que las encuestas que muestran su caída no son dignas de fiar, y que son parte de ese ?compló? cuya mención se ha vuelto cantaleta en él, pero seguramente ahora el perredista está advirtiendo el error que cometió al negarse a participar en el debate ?por estrategia?. Eso lo puede hacer quien puntea con sobrada ventaja en la carrera, no quien ha sido alcanzado en ella y no ocupa ya el primer lugar. López Obrador privó a los ciudadanos de conocer su programa y opiniones en temas tan importantes como las reformas energética y fiscal, la seguridad, el empleo y otras de la misma significación. Llegará disminuído al siguiente debate, sin la experiencia que ya adquirieron los otros cuatro candidatos en el primero que se celebró. Desde luego eso de ningún modo significa que no pueda recuperar lo que perdió. Sus dotes de político mañoso se conocen bien. Pero aun sus más incondicionales partidarios deben haber sentido ya que López Obrador no es invencible, aunque asuma actitudes de Goliat. Las encuestas muestran la fuerza que AMLO tiene en las regiones del país a donde no han llegado plenamente los beneficios de la educación y del progreso. Los habitantes de esas regiones hacen mayoría, y pueden dar el triunfo a López Obrador: los votos de la ignorancia y la pobreza pesan mucho en un país como el nuestro, que de pronto llegó a la democracia y aún no tiene suficiente experiencia democrática. En todo caso, sin embargo, el jactancioso gallo de López Obrador ha perdido plumas, y su canto de prepotente bravucón no tiene ya la misma fuerza. Falta todavía mucho camino por recorrer, y en ese trecho muchas cosas pueden suceder. Esperemos... A fin de entretener la espera voy a contar ahora algunos chascarrillos que disipen un tanto la inquietud de la República y le devuelvan su sosiego y calma... La esposa de Babalucas lo vio entregado a una insólita labor: con un alfiler le estaba haciendo dos agujeritos a un condón.
?-¿Qué haces?? -le pregunta extrañada. Responde el tonto roque: ?-Es que quiero que tengamos gemelitos?... El señor y la señora celebraron sus 50 años de casados y fueron al mismo hotel en el que habían pasado hacía medio siglo su luna de miel. Sale del baño el viejecito y dice con triste voz a su señora: ?-Viejita: fíjate que ahorita que fui al pipisrum me mojé los zapatos?.
?-Igual te sucedió hace 50 años, viejito -responde ella evocadoramente-, no más que entonces lo que te mojaste fue la corbata?... FIN.