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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El pueblo de los Nobeing era un sabio pueblo. Se regía por un concejo de ocho individuos electos democráticamente por la comunidad. Un día las mujeres se quejaron de falta de representación en el concejo. Ellas formaban, alegaron, el 50 por ciento de la población de Nobeing. Tenían derecho por lo tanto a la mitad de los asientos en el concejo director. Los ciudadanos de Nobeing se vieron obligados a elegir cuatro mujeres. Los gays y las lesbianas de la aldea hicieron reclamación igual: uno de cada diez habitantes del lugar era lesbiana o gay, dijeron; debían tener un sitio en la representación. La siguiente boleta electoral llevó el retrato de un gay. En Nobeing había muchos filatelistas, y ellos exigieron también estar representados. Igual sucedió con los pelirrojos. Los sacerdotes y guerreros demandaron igualmente su sitial. Lo mismo hicieron los ladrones. Las prostitutas también pidieron un escaño, y amenazaron con hacer un paro si su justa petición no era admitida. Los varones de Nobeing, alarmados, pidieron que aquella voz fuera escuchada. Llegaron los miembros de cada profesión y reclamaron tener presencia en el concejo. Se presentaron por último los locos, los poetas y los santos. Era difícil distinguir entre ellos, pero fueron unánimes en su solicitud: ¿por qué no se les daba sitio en el órgano de representación? Reunidos los notables que lo formaban emitieron un decreto por el cual el número de integrantes del concejo se elevaba de ocho a 936. Si algún grupo había sido olvidado en la lista de cuotas ese grupo obtendría automáticamente un sitio en el concejo, como compensación por el olvido. (A esa forma de representación se le llamó ?olvidacional?, y fue muy aplaudida, por su alto contenido democrático). Todos los grupos habidos y por haber quedaron representados en el concejo de Nobeing. Un ciudadano se atrevió a proponer tímidamente que el derecho a la representación debía derivar del mérito del representante, y no de su sexo, oficio o calidad. Lo que se debía hacer, propuso, no era imponer cuotas obligatorias, sino sentar las bases por las cuales todos los miembros de la comunidad tuvieran la misma oportunidad de llegar al concejo. Serían las cualidades personales de cada quién, sus méritos y su preparación, lo que determinaría su llegada al concejo, y no su pertenencia a tal o cual sector. Esa propuesta, calificada de reaccionaria, fue automáticamente rechazada, y en la siguiente elección los ciudadanos de Nobeing eligieron democráticamente un concejo antidemocrático en el cual todos estaban representados por gente que en su mayoría no tenía capacidad para representar a nadie. El histórico hecho fue celebrado con un banquete que se trasmitió por la televisión a fin de que existiera. A los postres se pronunciaron 556 discursos en los cuales la palabra ?democracia? apareció 153.638.240.945 veces... Contaré ahora algunos chascarrillos a fin de paliar los efectos de ese inútil e incomprensible apólogo... Al pirata Barbanegra le faltaba una mano. En su lugar tenía un garfio, según es uso entre piratas. Cierto día salió de vacaciones con su esposa, y fueron a una playa nudista. Pasó una linda chica con las pompas y las bubis llenas de curitas. Barbanegra le dice muy nervioso a su mujer, que lo miraba con fiereza: ?¡Te juro, Rumina, que es la primera vez que la veo!?... Tras terminar un duro día de trabajo Clorilia llegó a su casa muy cansada. Su esposo, que la esperaba lleno de amorosos rijos, empezó a abrazarla y besarla apasionadamente, y luego se aplicó a desabotonarle la blusa con premura aumentada por la ansiedad erótica. ?¡Ay, Badilio! ?se queja ella-. ¡Todos los días hago esto en la oficina, y tener que llegar luego a la casa a hacer lo mismo!?... FIN.

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